La Esposa – El Amor Ferviente

Sobre todo, sean fervientes en su amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados.”

1 Pedro 4:8

El amor es uno de los temas de los que más se ha escrito a lo largo de la historia. Poemas, libros, novelas, ensayos, artículos e innumerables pasajes bíblicos disertan o elaboran sobre el tema del amor de diferentes maneras. El amor es lo que mueve las relaciones. Por eso es y siempre será relevante hablar del amor.

En la primera epístola del Apóstol Pedro, capítulo 4 y verso 8, él escribe: “Sobre todo…” Este comienzo le da gran importancia a lo próximo que va a decir. Y lo próximo que exhorta es que seamos “fervientes en el amor los unos por los otros”. Es decir que nos amemos unos a otros con intensidad, entusiasmo, vehemencia y fervor. Y luego nos da una razón muy importante por la que debemos amar así, y es que “el amor cubre multitud de pecados”.  ¿Qué quiere decir esto? Significa que el amor conduce a la persona ofendida a perdonar al que lo ofendió. También nos dirige a buscar la restauración del pecador, que es tocado por el amor que se le ha mostrado de modo que se arrepiente y pide perdón. Según aprendemos de esta carta del Apóstol Pedro, el amor contribuye mucho al proceso de que haya perdón de pecados y que sean así cubiertos.

Indudablemente, esta clase de amor del que habla Pedro es esencial en el matrimonio. La cercanía de los cónyuges provocará que naturalmente descubran cualidades y/o hábitos del otro que no son tan agradables. La familiaridad puede causar que nos descuidemos y fracasemos en mostrar aprecio diario al cónyuge, además de las muchas otras situaciones que tienen el potencial de contribuir a que nos ofendamos uno al otro. Los cónyuges necesitan amarse con fervor mutuamente de manera que puedan pasar por alto las ofensas pequeñas y estén dispuestos a pedir perdón, perdonar y olvidar cuando ocurren ofensas más grandes. Cuando falta el amor ferviente en la relación matrimonial, cualquier palabra puede provocar sospecha, cada acción es propensa a ser malentendida, y ocurre el conflicto entre los cónyuges.

El amor ferviente quiere y busca lo mejor para la persona amada y se compromete a ser parte de lo que Dios quiere para la vida de esa persona. Recientemente, escuché un mensaje llamado “La Labor del Amor”, en el cual el Pastor Gadiel Ríos exhortaba a los cónyuges a orar de una manera que yo nunca había oído, pero que resonó en mi corazón. Decía el Pastor que debemos orar para que Dios cumpla Su propósito en la vida de nuestro cónyuge y que nosotros no le seamos de estorbo. Desde ese entonces he orado que Dios me ayude a no estorbar el proceso de mi esposo, sino a ser la ayuda idónea que mi esposo necesita para cumplir la encomienda que Él le ha hecho. Esto me ha llevado a comprender que el amor verdadero y ferviente es el que está dispuesto a entregarse de manera abnegada a la relación.

La única manera de poder amar así es mirando a la cruz de Cristo. Ése es el único modelo que necesitamos para ver cómo el amor enfrenta el pecado que amenaza con dañar nuestras relaciones. El amor de Cristo nos confronta con nuestro pecado, pero no nos da la espalda, sino que se acerca para que nos demos cuenta de cuánta necesidad tenemos de ser rescatados por Su perdón. Jesús pasó grandes dificultades e hizo el máximo sacrificio para que podamos reconciliarnos con Dios y con el prójimo. El autor Paul David Tripp escribe en su libro Nuevas Misericordias Cada Mañana: “Dios nos brinda Su amor para que podamos ser herramientas de este mismo amor en las vidas de los demás.”

Amar fervientemente es absolutamente necesario para desarrollar relaciones saludables. Un matrimonio sólido es definitivamente uno en el cual los cónyuges se aman con fervor, reconociendo cada uno sus errores, pidiendo perdón por las ofensas y perdonándose mutuamente. Cuando se ama fervientemente, se ama a propósito y con propósito porque hemos entendido el valor del matrimonio, de la familia y de las relaciones sanas. En una familia que se ama de esta manera, sus miembros se esfuerzan por darle prioridad al bienestar espiritual de los demás de manera incondicional. Por lo tanto, el amor ferviente es un amor que mira hacia la eternidad pues nos invita a ser transformados por Cristo, para Su gloria.

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