La esposa fue creada como respuesta a la necesidad de compañía del hombre. Cada día de la creación, al terminar su obra, Dios había declarado que lo que había hecho era bueno. Pero cuando vio al hombre solo, declaró que no era bueno que el hombre estuviera solo. Pero ya Dios tenía la respuesta: la creación de la mujer, la esposa, ayuda idónea, compañía para el hombre. Ambos tendrían un propósito y una misión que cumplir juntos.

“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser.“ – Génesis 2:24
Una vez la mujer es creada y es revelada ante los ojos del hombre, éste inmediatamente entiende que su necesidad de compañía ha sido suplida por Dios. Se establece así la unión de sus vidas en matrimonio (Génesis 2:24). El capítulo dos de Génesis termina diciendo que ambos, esposo y eposa, estaban desnudos y ninguno sentía vergüenza. Esto nos habla de armonía y transparencia. Existía una relación armoniosa entre el esposo y la esposa, podían dialogar con honestidad y disfrutar de la mutua companía sin las complejidades que vendrían luego de la caída. Ninguno tenía que aparentar algo que no era. Vivían en armonía.
La esposa en armonía no necesitaba títulos universitarios ni profesionales, no necesitaba estatus social, no necesitaba ropa de última moda, no necesitaba competir con su esposo. Nada de eso definía su valor o su identidad. Dios, el Creador, la diseñó con todo lo necesario para vivir en paz y cumplir su propósito junto a su esposo.

El pecado lastimó gravemente la relación entre el hombre y la mujer. También dañó la imagen de la mujer y la desvió de la intención de Dios al crearla. La mujer, la esposa, conforme al diseño de Dios, sigue siendo valiosa, de gran estima. Dios nos ama sin necesidad de que obtengamos títulos universitarios o altas posiciones profesionales. El nos ama sin importar si nuestro atuendo está pasado de moda. Nos ama porque nos creó con características que reflejan su carácter y que han de mostrar a otros su maravillosa gracia.
“Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos.
Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible.
Esta sí que tiene mucho valor delante de Dios.” – 1 Pedro 3:3-4
Podemos volver a vivir en armonía. No tenemos que seguir viviendo en la vorágine de la cultura, de la pautas establecidas por una sociedad caída. Podemos regresar a la Palabra de Dios, al diseño original y encontrar allí la sabiduría necesaria para enfrentar nuestra realidad actual, sin tener que vivir estresadas, sino con la serenidad que brinda el saber que somos amadas por Dios y que nuestras vidas, nuestros matrimonios, nuestras familias están en sus manos.