“Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros.”
Juan 13:34
El nuevo mandamiento que Jesús dio a sus discípulos en Juan 13:34 lleva tiempo resonando en mi mente y corazón. La razón es que en muchas ocasiones hemos escuchado el mandamiento “ama a prójimo como a ti mismo” y se ha interpretado como un llamado a que nos amemos a nosotros mismos para poder amar a los demás. Incluso yo misma lo entendí así en un momento dado. Pero al leer y escudriñar el nuevo mandamiento que Jesús da: “deben amar de la misma manera que yo los amo”, he tenido que darme cuenta de que la forma en la que se nos ha llamado a amar es mucho más elevada, pues es como Jesús nos amó.
En una época en la que el amor propio es el tema de muchas publicaciones, anuncios y artículos, se nos llama a amar de una manera sacrificada, abnegada, como Jesús. El mandamiento que encontramos en Mateo 22:39 (“Ama a tu prójimo como a ti mismo”), da por sentado que el amor propio es algo natural. Hacemos lo necesario para suplir nuestras necesidades y por lo general, nos autoevaluamos de la mejor manera posible. Amar al prójimo como a mí misma es aplicar en el trato con los demás el mismo cuidado y bondad con el que me trato a mí.

“Nosotros amamos
porque él nos amó primero.” –
1 Juan 4:19
La realidad es que depender de nuestro amor propio para desarrollar relaciones saludables es agotador y al final es una misión imposible. Necesitamos a Cristo y Su amor para lograr establecer relaciones sólidas en nuestras vidas. Su amor es el ejemplo, es el modelo perfecto para que podamos amar a los demás. Contrario a lo que la cultura “predica”, el requisito para el amor verdadero tiene que ver con negarnos a nosotras mismas. Jesús se negó a sí mismo y se entregó en nuestro lugar a causa del gran amor con que nos amó. ¡Qué maravilloso es saber que somos amadas de esa manera! El amor de Dios por nosotras es más que suficiente para equiparnos para amar al prójimo (1 Juan 4:19).
Al leer la Biblia encontraremos muchos ejemplos de cómo amar a los que nos rodean. Y en Filipenses capítulo 2, el apóstol Pablo lo describe, afirmando que nuestra actitud debe ser como la de Cristo Jesús. En el versículo 3 nos llama a la humildad. En el versículo 4 vemos que se da por sentado que nos ocupamos de nuestros propios intereses y nos exhorta a hacer lo mismo por los demás. Podemos notar que el mandamiento de amor que Jesús nos da es para que expresemos un amor saludable, que no es egoísta ni presumido, sino humilde y abnegado.

No hagan nada por egoísmo o vanidad;
más bien, con humildad
consideren a los demás
como superiores a ustedes mismos.
Cada uno debe velar
no solo por sus propios intereses,
sino también por los intereses de los demás. –
Filipenses 2:3-4
En el matrimonio tenemos incontables oportunidades para amar como Jesús y es muy probable que se nos haga difícil en un gran número de ellas. Pero recordemos que no dependemos de nosotras mismas o de nuestro amor propio para lograrlo. Dependemos de Cristo y de Su amor por nosotras. Eso nos da la valentía para negarnos a nosotras mismas. Pensar en el bienestar del esposo se refleja cuando lo escuchamos con el mismo interés que nos gusta que nos escuche, cuando le hablamos con respeto, aunque hayamos tenido un desacuerdo, cuando le expresamos afecto y lo tenemos en alta estima en el hogar y en todo lugar. El pasaje de mujer virtuosa en Proverbios 31:10-31 vuelve a mi mente al escribir sobre esto. La mujer sabia descrita allí es un modelo excelente para emular. Más allá de las tareas que enumera esta porción bíblica que la esposa virtuosa realiza, el énfasis es la esencia de su carácter que proviene del temor(honra) a Dios. Ese amor de Dios la sostiene y la equipa para darse a otros en servicio y abnegación.
“El amor no es un sentimiento afectivo, sino un firme deseo del bien de la persona amada en la medida en que se puede obtener.”
C.S. Lewis
Tomemos tiempo para meditar en el amor con el que Jesús nos llama a amar. Ser seguidoras y discípulas suyas significa estar dispuestas a aprender, a ser equipadas y entrenadas por Su Palabra para hacer Su voluntad. Cuando aprendemos a amar como Jesús, negando nuestros propios intereses para mostrar Su bondad a los que nos rodean, el nombre de Dios es glorificado y eso es lo más importante.
Gracias, Eunice , por tan bonita reflexiión. Dios te bendiga grandemente.
Un abrazo, Rosie
LikeLiked by 1 person
Gracias, Tití Rosie. Aprecio mucho tus mensajes y tu apoyo. Los amo.
LikeLike