“…una esposa regañona es como una gotera permanente.” – Proverbios 19:13
Hace varias semanas una amiga me envió un vídeo corto de tono cómico sobre un esposo frustrado por la costumbre de corregirlo constantemente que tenía su esposa. Ciertamente al mirarlo, me hizo pensar ya que como he dedicado mucho tiempo de mi vida profesional a escribir, leer, redactar y corregir, tengo la tendencia a entrar en “modo editor” con bastante facilidad. Tengo que admitir que he tendido a corregir a mi esposo más de lo debido y es algo con lo que Dios ha estado trabajando en mi vida a través de la enseñanza bíblica. Vivo agradecida de Dios por tener un esposo paciente que ha sabido soportar por amor mis regaños a lo largo de los años.
En Proverbios 19:13 compara a la esposa regañona con una gotera constante. Las goteras constantes son molestosas y consumen o degradan lo que quede expuesto a su paso. Esto es similar a lo que provoca una esposa regañona en su relación matrimonial: molestia en el ánimo del esposo y desgaste de la armonía entre ambos cónyuges.
Estoy segura de que ninguna esposa cristiana desea ser causa de molestia y provocar desasosiego en la relación matrimonial. Pero en muchas ocasiones, nos dejamos llevar por nuestras emociones, o por nuestros deseos egoístas o por conductas que aprendimos en el hogar donde nos criamos. La Biblia nos advierte sobre todas estas cosas. Como esposas cristianas, estamos llamadas a actuar bíblicamente. Por lo tanto, debemos ir a la Palabra para encontrar el código de conducta para la esposa virtuosa que desea glorificar a Dios a través de su rol.

“En cambio, el Espíritu produce amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
No existe ninguna ley en contra
de esas cosas.” –
Gálatas 5:22-23
La Biblia nos enseña que el dominio propio es un fruto del Espíritu Santo. Por lo tanto, no estamos destinadas a ser esclavas de nuestras emociones. Podemos identificar esas emociones y decidir si deben ser expresadas, cómo y en qué contexto. Gracias al Espíritu Santo que mora en nosotras dándonos dominio propio, podemos evaluar antes de hablar y pensar antes de actuar. Tenemos la bendición de poder orar para que Dios nos ayude a manifestar el dominio propio en los momentos necesarios de manera que no saltemos a corregir o a regañar al esposo en cualquier lugar, frente a otras personas (incluyendo nuestros hijos), sino que sepamos escoger el lugar y momento adecuado para dialogar.
La enseñanza bíblica sobre el amor es consistente: el amor no es egoísta (1 Corintios 13:5). En ocasiones, podemos tender a regañar al esposo porque tenemos una preferencia sobre algo. Sea intencional o no, lo hacemos sentir mal sobre un asunto simplemente porque no se hizo como a nosotras nos gusta. Esto puede parecer sencillo, pero puede provocar serios problemas en la relación. Podemos expresar nuestra preferencia sin necesidad de ser desagradables. Podemos llegar a acuerdos sobre los asuntos en los cuales encontramos diferencias de gustos y opiniones. Siempre llevando todo asunto o situación en oración de manera que obedezcamos a Dios antes que a nuestros propios deseos.

“No vivan según el modelo
de este mundo.
Mejor dejen que Dios
transforme su vida con una
nueva manera de pensar.
Así podrán entender y aceptar
lo que Dios quiere y también
lo que es bueno, perfecto
y agradable a él.” – Romanos 12:2
Otra de las razones por las cuales tendemos a corregir al esposo es porque observamos a nuestras madres, abuelas o tías hacerlo y lo aprendimos como si fuera algo normal. El mandato de Romanos 12:2 es a que nuestro entendimiento sea renovado. No tenemos que seguir las costumbres familiares porque nuestras mentes pueden ser renovadas de modo que hagamos la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios. Parte de la voluntad de Dios para la esposa es que sea respetuosa para con su esposo (Efesios 5:33). Regañarlo y corregirlo no demuestra respeto. Incluso, algunos hombres lo pueden ver como un menosprecio. Debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos traten a nosotras y eso debe comenzar en el hogar. Que el esposo se sienta respetado y valorado porque cuenta con una buena comunicación con su esposa, porque pueden dialogar sobre los asuntos para solucionar conflictos de una forma madura y eficaz.
Por mi parte, sigo en el proceso de construcción. Dios continúa trabajando en mi vida de modo que pueda madurar y crecer en esta área. Él me llamó a ser esposa, no editora. Sé que, con Su ayuda, veré los frutos. No nos cansemos de hacer lo correcto en nuestro hogar. Los cambios que Dios obra en nosotras influyen en las vidas de nuestras hijas e hijos y bendicen la vida del esposo.

A veces actuamos así tratando de corregir a nuestro esposo, a mí me ha pasado.
Bendiciones.
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Gracias por tus palabras y tu apoyo. Lo aprecio mucho. Dios los bendiga.
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Excelente!
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Muchas gracias.
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