“La vida cobra significado cuando servimos,
es así como dejamos huellas…
huellas que no son nuestras,
sino de Aquel que nos enseñó que vino a servir,
que amar es entregarse,
sin poner los intereses personales primero.
Muchos serán los que tendrán fama
y sus nombres se escucharán lejos,
pero nunca harán eco en el corazón
como el que produce alguien que
humilde y calladamente, amó y sirvió.” – E. Cáceres
Las pasadas semanas han estado marcadas por la pérdida. He asistido a dos funerales de mujeres muy especiales. Estas ocasiones provocan que se dé una reflexión más profunda sobre la vida, sobre las huellas que las personas que han partido dejaron y sobre las huellas que estamos dejando nosotras. Y curiosamente me topé con el pensamiento que he compartido al inicio de esta publicación, el cual escribí en el 2019.
En el funeral de mi abuela materna, mi hermano predicó sobre Eclesiastés 7: 2-4. Una porción bíblica profunda, que invita a meditar. El verso 4 dice: “El corazón de los sabios está en la casa del luto…”. En “la casa del luto” (tiempo de duelo), traemos a la memoria las lecciones de la vida de esa persona que ha partido y podemos aprender para aplicar. Mientras despedimos a ese ser querido, identificamos las huellas que dejó en nuestra familia, en nuestra vida.
Una de las porciones bíblicas que se leyó durante el funeral de la tía de mi esposo, fue Proverbios 31:10-31. Siempre poderosa palabra que impacta mi corazón. Esta porción bíblica nos detalla las muchas y variadas maneras en que una esposa y madre deja huellas en su familia.

Engañosa es la gracia y vana la belleza,
pero la mujer que teme[o] al Señor,
esa será alabada.
Dadle el fruto de sus manos,
y que sus obras la alaben en las puertas. –
Proverbios 31: 30-31
Agradezco a Dios de todo corazón por darme el privilegio de conocer a estas dos mujeres ejemplares. Una de ellas (mi abuela) desde mi niñez y la tía de mi esposo (desde mi juventud). Ambas dejaron huellas significativas que espero poder dejar también en mi familia. Ellas sirvieron con abnegación, se entregaron amorosamente, sin buscar fama o reconocimiento.
Así que, siguiendo su ejemplo como ellas siguieron el del Cristo, cada día debo enfocarme en mostrar amor sin esperar nada a cambio. Debo ser diligente en cuidar mis relaciones (matrimonio, hijos, familia, amistades). No me empeñaré en proclamar mis propias bondades pues toda obra que haga fue preparada de antemano por Dios y a Él pertenece la gloria. Mantendré una actitud humilde con la ayuda del Espíritu Santo que me recuerda lo que la Biblia enseña.

Mejor es la tristeza que la risa,
porque cuando el rostro está triste
el corazón puede estar contento. – Eclesiastés 7:3
Durante este tiempo, puede que mi rostro esté triste o reflexivo en algunas ocasiones, pero mi corazón tiene contentamiento y consuelo en Dios. Tengo mucho que agradecer y muy buenos ejemplos para seguir. Dios me ha bendecido al permitir que mujeres virtuosas dejen huellas para mostrarme el camino hacia ser buena esposa y madre. Más importante aún, Él nos ha dado a todas nosotras el acceso a Su Palabra en la cual encontramos la instrucción y el consejo necesario para que hagamos todas las cosas para Su gloria.