“Así obedeció Sara a Abraham, llamándolo señor,
– 1 Pedro 3:6
y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella,
si hacéis el bien
y no estáis amedrentadas por ningún temor.”
Este versículo de 1 Pedro 3:6 lleva tiempo en mi corazón. La mención tan específica de Sara en su rol de esposa me llama la atención y por eso decidí leer la historia de Sara y Abraham narrada en el Génesis. Leyendo esa historia puede entender varias lecciones importantes de la vida de Sara.
En Génesis 12:5, después de haber recibido la palabra de Dios, Abraham decide emprender camino hacia la tierra a donde Dios lo estaba llamando junto a su esposa. Y ella, dejando atrás todo lo que conocía hasta ese instante, sale junto a su esposo en un largo recorrido que estará lleno de aventuras. Podemos asumir, por lo que leemos en la Escritura, que Abraham estaba comenzando su amistad con Dios, comenzando a conocerle. Así que Sara debía estar en las mismas, lo cual naturalmente le debió haber causado inseguridad. Pero, ese llamado de Dios a Abraham decía “Sal de tu tierra y de tu parentela…” Si vamos más atrás en la Biblia, vamos a encontrar un verso similar en Génesis 2:24 cuando Dios establece que “… dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer…”

“… el hombre deja a su padre y a su madre,
y se une a su esposa,
y los dos se convierten en uno solo.” –
Génesis 2:24
El matrimonio está llamado a dejar la casa de sus padres para formar un nuevo hogar. Una vez casados, el hombre y la mujer, se deben fidelidad mutua, no solamente física, sino también en la toma de decisiones que afecten su nuevo hogar. La vida de Sara en Génesis nos muestra que ella fue fiel a su rol de esposa. Pudo confiar en el llamado de Dios a su esposo y salir hacia lo desconocido, caminando en fidelidad a su matrimonio.
Esa fidelidad puede ser puesta a prueba cuando las decisiones causan inseguridad. Podemos ser tentadas a correr a la seguridad del albergue (o de las opiniones) de nuestros padres ante la incertidumbre, en lugar de dialogar con el esposo y orar juntos para hacer conforme a la voluntad de Dios. Probablemente Sara pudo haberse sentido insegura respecto a lo incierto de la travesía que les esperaba a ella y a su esposo. Pero la lección de su vida es que ella fue obediente, creyó al llamado de Dios, confió en el liderazgo de su esposo e hizo lo correcto.
La segunda parte de 1 Pedro 3:6 dice que llegamos a ser hijas de Sara cuando hacemos el bien y el temor no domina nuestras vidas. Esta parte es sumamente importante, porque en nuestra cultura influenciada por el feminismo, no nos agrada mucho la idea de la sujeción ni de la obediencia. Pero ¿por qué no nos agrada? Porque tenemos temor, porque hemos dejado que la cultura y las circunstancias definan nuestra identidad y nos da miedo pensar que podamos estar en una posición vulnerable en el matrimonio. Hemos creído las mentiras que el mundo promulga y nos llenan de miedo. Sin embargo, en Sara vemos a una mujer que fue de gran estima para su esposo, valorada como coheredera de la gracia de la vida. Cuando entendemos que nuestra identidad está fundamentada en lo que Dios dice a través de Su Palabra, podemos caminar en fidelidad sin estar amedrentadas por ningún temor, obedecemos a Dios con seguridad porque Sus planes son de bien y no de mal.

En el amor no hay temor,
sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo,
y el que teme no es hecho perfecto en el amor. – 1 Juan 4:18
Así que, la vida de Sara nos habla de ser fieles, nos habla de seguir el liderazgo del esposo y nos habla de obedecer. Todo lo cual es parte del camino de la santidad (“Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos.” – 1 Pedro 3:5). El proceso de santificación progresiva es uno que dura toda la vida y el matrimonio es uno de los medios que Dios utiliza para santificar nuestras vidas como escribe el autor Gary Thomas en su libro Matrimonio Sagrado. Que podamos aprender de las santas mujeres cuyos relatos están registrados en la Biblia, pero sobre todo que seamos más como Cristo cada día para que Su perfecto amor, que echa fuera el temor, sea el que fluya en nuestros matrimonios.