La Esposa y la Paciencia

Dios los ama mucho a ustedes, y los ha elegido para que formen parte de su pueblo. Por eso, vivan como se espera de ustedes: amen a los demás, sean buenos, humildes, amables y pacientes. –
Colosenses 3:12

Hoy, durante una breve conversación, mi hijo mayor, quien se comprometió con su novia hace poco más de un mes, me preguntó: “Si solo pudieras darme un consejo que pueda ser útil para cuando esté en la etapa de recién casado, ¿cuál sería?” Le respondí que lo mejor que le puedo aconsejar es que se tengan paciencia el uno al otro, entendiendo que son diferentes y que cuando comiencen su vida juntos, se van a percatar de esas diferencias, de los distintos hábitos de cada uno. Solo teniéndose paciencia y esforzándose por comprenderse mutuamente, lograrán establecer sus propios hábitos de pareja y lograr la armonía en el hogar.

Amo estas “pequeñas grandes” conversaciones con mis hijos porque me hacen pensar y analizar cuánta paciencia me han visto ellos ejercer a mí a través de los años. Al meditar en esto, con honestidad puedo decir que es un proceso en el que todavía estoy trabajando. Puedo ser paciente con algunas cosas y con otras no. Puede que haya hábitos o costumbres de mi esposo o de mis hijos que puedo dejar pasar, pero hay otros que todavía me impacientan.

Es a lo largo de las relaciones, mientras interactuamos unos con otros que podemos vivir como se espera de nosotras como hijas de Dios: amando, mostrando bondad, humildad y paciencia. Las relaciones son instrumentos de Dios para pulirnos. Esta semana pasada, mi esposo y yo cumplimos 26 años de casados. Mi trasfondo familiar y el de mi esposo son completamente diferentes. Las personalidades de ambos son distintas (aunque tenemos cosas en común), y tanto el factor de la crianza como la personalidad, pudieron habernos causado muchos problemas a lo largo de nuestro matrimonio. Pero vivimos agradecidos de Dios por Su maravillosa gracia. Haber conocido el Evangelio desde antes de casarnos ha hecho toda la diferencia en nuestra relación. El buen consejo de la Palabra, libros cristianos sobre el matrimonio y las personas que Dios puso en nuestro camino como mentores, nos han ayudado a llegar a donde estamos hoy. Sin duda, ambos hemos aprendido a ejercer paciencia durante estos 26 años y todavía nos falta mucho por aprender en las próximas etapas que nos esperan.

En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. – Gálatas 5: 22-23

La Biblia nos dice que el fruto del Espíritu se manifiesta de varias formas, y una de ellas es la paciencia. Sin duda, es un fruto totalmente necesario en el matrimonio. Es la paciencia la que nos ayuda a soportar esas pequeñas costumbres del esposo que nos parecen molestosas. Es la paciencia la que nos enseña que está bien que el esposo sea diferente a nosotras; Dios lo diseñó con una personalidad única y lo hizo bien. La paciencia nos capacita para que podamos incluso apreciar esas idiosincrasias que hacen al esposo tan especial.

Cuando aprendemos a ejercitar la paciencia, entendemos que hay conversaciones que pueden esperar hasta el lugar y el momento indicados. Esto me hace recordar la historia de Ester, que buscó primero la dirección de Dios, para luego encontrar la valentía y la prudencia para hablar con su esposo sobre un tema muy delicado en el momento propicio. ¡Cuántas veces tenemos que “mordernos la lengua” porque queremos resolver todo a nuestra manera y en el momento! ¡Qué mucho podemos aprender de Ester sobre la paciencia! Su historia se encuentra en el Antiguo Testamento, el libro de Ester, cuyos 10 capítulos se pueden leer en una tarde y meditar en ellos durante toda una vida.

Sean pacientes con todos. –
1 Tesalonicenses 5:14

Recordemos que el mandato bíblico es que seamos pacientes con todos. Creo firmemente que las esposas estamos llamadas a ejercitar las virtudes bíblicas primeramente en el hogar, con el esposo y los hijos, que son los prójimos más cercanos que tenemos. La esposa virtuosa descrita en Proverbios 31 refleja una actitud paciente mientras cuida a su familia y su hogar. Lo puede hacer porque ella honra a Dios, y de su relación con Él surge el fruto que produce paciencia. Podemos confiar que con la ayuda de Dios lograremos alcanzar la meta de ejercitar la paciencia en nuestros hogares.

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