“Un matrimonio feliz es la unión de dos buenos perdonadores …” – Ruth Bell Graham
Durante los pasados días, volví a toparme con esta famosa cita de Ruth Bell Graham sobre el matrimonio y el perdón, además de que escuché un par de “podcasts” del ministerio Aviva Nuestros Corazones sobre el tema del perdón. Inevitablemente, me puse a meditar en el poder del perdón, pero sobre todo en lo necesario que es el perdón en las relaciones, especialmente en el matrimonio. Creo que podemos estar de acuerdo en que mientras más tiempo pasamos con alguien, surgirán ocasiones en las que vamos a necesitar perdonar o pedir perdón. Esto es muy real en el matrimonio.
El encierro (“lockdown”) al que estuvimos expuestos durante varios meses del año pasado a causa de la pandemia por el COVID-19, seguramente provocó muchas situaciones que necesitaron del perdón en nuestros hogares. El cambio que ocurrió en las rutinas familiares, las transiciones en la forma de estudiar y trabajar, la implementación de nuevos hábitos para lidiar con la situación trajo consigo momentos de molestia, frustración, enojo e irritación, que suelen lastimar las relaciones. Seguramente se necesitó el perdón en muchas ocasiones durante esos meses para poder cuidar y fortalecer nuestras relaciones.

“El amor es paciente, es bondadoso;
el amor no tiene envidia;
el amor no es jactancioso, no es arrogante;
no se porta indecorosamente;
no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta
el mal recibido; no se regocija de la injusticia,
sino que se alegra con la verdad;
todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” –
1 Corintios 13: 4-7
La realidad es que necesitamos darnos cuenta de que el perdón no es solo necesario en ocasiones o circunstancias especiales, sino que el perdón es un asunto de todos los días. En el matrimonio necesitamos perdonar continuamente al cónyuge ya que hay hábitos o simplemente tonterías que nos molestan que necesitamos aprender a soportar y la única forma de lograrlo es perdonando. Si vamos a tener una discusión por todo lo que nos molesta, puede que haya días terribles, pero si aprendemos que “el amor todo lo soporta”, podemos perdonar, pasar por alto las fallas y vivir en armonía. Después de todo, tenemos que reconocer que no somos perfectas y que probablemente, tenemos hábitos que irritan al esposo y que él también ha tenido que aprender a pasar por alto.
Hay casos en los que suceden eventos que conllevan un proceso delicado para lograr el perdón. En esas situaciones es que uno puede ver y reconocer que, sin lugar a duda, el perdón no es algo que proviene de nuestra propia naturaleza, sino que proviene de Dios. La manifestación de la gracia de Dios a través de Cristo, como el medio por el cual nuestros pecados fueron perdonados, hace posible que una persona pueda perdonar a otra una falta que muchos considerarían imperdonable. Pero cuando hemos conocido el perdón de Dios, entendemos que, si Él fue capaz de perdonarnos todo a todos, ¿quiénes somos nosotros para no perdonar a los que nos ofenden?
He conocido personas a las que considero “campeonas del perdón” porque he podido ver la gracia de Dios manifestada en sus vidas. El amor de Dios las ha cubierto y sanado sus heridas para que den por gracia lo que por gracia han recibido. No han sido procesos fáciles, pero han crecido, se han fortalecido y han salido del proceso con la victoria de experimentar el poder del perdón en sus vidas.

“Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia;
soportándoos unos a otros y perdonándoos
unos a otros, si alguno tiene queja contra otro;
como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.” – Colosenses 3:12-13
Cuando entendemos que el perdón debe formar parte de nuestra vida diaria, nuestras relaciones comienzan a fortalecerse. Podemos ver al esposo y a los hijos a través de la gracia; dejamos de verlos a través del lente de la condenación que causa contiendas. Así es como llega la armonía al matrimonio, a través del perdón. Primero, el perdón de Cristo y luego, ponerlo en práctica al perdonarnos mutuamente.