“Mas el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.”
Lucas 2:10-11
La madrugada de la primera Navidad, un coro de ángeles les anunció a unos humildes pastores en la región de Belén que había nacido el Salvador del mundo. Al recibir el anuncio de este acontecimiento, la reacción de los pastores fue ir hasta el lugar donde había nacido el niño y allí, al verle, dieron a conocer todo lo que los ángeles les habían dicho. Encuentro tan hermoso que el relato de Lucas describe que los pastores salieron del pesebre glorificando y alabando a Dios. Pienso que la experiencia de ver al niño Jesús provocó en ellos el que hicieran aquello para lo que fueron creados: glorificar a Dios.
La temporada navideña para nosotras puede tornarse en un período lleno de estrés tanto por las diferentes actividades que cargan nuestras agendas como por los regalos que hay que comprar, envolver y entregar. La verdad es que en Navidad lo que celebramos es a Cristo. Con Él comienza la Navidad y debe ser el centro de nuestro enfoque como en toda nuestra vida. Pero nos involucramos tanto en la celebración, que olvidamos a QUIÉN celebramos en Navidad. Me ha sucedido y he sido redargüida a re-enfocarme en lo que verdaderamente importa.

Y aconteció que cuando Elisabet oyó
el saludo de María, la criatura saltó en su vientre;
y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
y exclamó a gran voz y dijo:
¡Bendita tú entre las mujeres,
y bendito el fruto de tu vientre!
¿Por qué me ha acontecido esto a mí,
que la madre de mi Señor venga a mí? –
Lucas 1:41 al 43
Leyendo una porción de Lucas 1 junto a mi esposo e hija anoche, me encontré con esta pregunta que le hace Elisabet a María: “¿Por qué me ha acontecido esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” He leído esta porción en muchas ocasiones, pero anoche me fijé en esta pregunta de una manera especial. Elisabet hace la pregunta porque ha percibido la presencia del Salvador en el vientre de María. Y ella se llena de gozo maravillada de que algo tan asombroso está sucediendo. Me hizo pensar en la hermosa verdad de que el Salvador se humilló, tomó la forma de un niño para nacer en Belén y fue como sacrificio por nosotros a la cruz del Calvario (Filipenses 2:5-8). ¡El vino para salvarnos! Esto es algo que no podemos pasar por alto, pues somos nosotros quienes estamos en necesidad de perdón por nuestros pecados. Pero Él vino a suplir esa necesidad. ¿Cómo no adorarle? ¿Cómo no maravillarse ante algo tan grande? ¿Cómo no correr hacia Él en gratitud?
Este año, la Navidad se celebra un domingo y eso me parece grandioso. ¿Qué mejor que dedicar una parte del día a adorar, dar gracias, exaltar y predicar a aquel Jesús que nació para ser el regalo que la humanidad necesitaba? Dedicar un tiempo al servicio dominical de Navidad es un gozo porque he podido conocer que Jesús dejó la comodidad de Su trono de gloria para nacer en un establo en Belén. ¿Por qué no puedo yo dejar mi propia comodidad y conveniencia para asistir por una hora al servicio dominical? Puede que tengamos tradiciones familiares que atesoramos, pero siempre el mayor tesoro es Jesús y eso debe llenar nuestro corazón y nuestra boca de alabanza. Siempre debemos reconocer que Dios es más grande que nuestra familia. El amor que sentimos por nuestra familia surge porque Él nos amó primero. Si no fuese por Él, ni siquiera supiéramos lo que es el amor.

“He aquí, la virgen concebirá
y dará a luz un hijo,
y le pondrán por nombre Emmanuel,
que traducido significa:
Dios con nosotros.” – Mateo 1:23
Al meditar en la profecía dada por el profeta Isaías acerca del nacimiento de Jesús (Mateo 1:23), puedo percibir la certeza sobre la presencia permanente de Dios que ésta expresa. Al Hijo de Dios que nacería de una virgen, se le llamaría Emmanuel (Dios con nosotros). Cada vez que alguien pronuncia ese nombre está haciendo una declaración de fe en la presencia permanente de Dios con Su pueblo. Dios es un Padre amoroso que no nos desampara. Su amor es perfecto, expresa gracia y verdad. Esta maravillosa certeza es una de las razones por las que la Navidad es una temporada para celebrar de manera especial y anunciar las buenas nuevas de salvación. Junto al esposo, aprovechen este tiempo para hablar con los hijos sobre la razón de ser de la Navidad: Jesús. Así les enseñamos que la Navidad comienza con Cristo y que no hay ningún personaje navideño más importante que Jesús.
¡Feliz Navidad!