“Los niños no son una distracción de un trabajo más importante. Son el trabajo más importante.” – C. S. Lewis
En la actualidad esta aseveración es contracultural. La humanidad se va tornando cada vez más individualista y por esa razón, muchas personas deciden no tener hijos. Un gran número de mujeres consideran la idea de tener hijos como algo que les interrumpiría el logro de sus metas personales. Las tasas de natalidad se han visto tremendamente afectadas por esta mentalidad sobre la maternidad. Lamentablemente, el pensamiento que impera en la cultura popular es que es mejor no tener hijos, que los hijos son una carga.
La realidad es que la Biblia llama a los hijos una bendición, una herencia, un regalo de Dios (Salmo 127:3-5). La Palabra continuamente nos lleva a visualizar la maternidad como un llamado noble, virtuoso y bienaventurado.
Esta antigua frase de C.S. Lewis es una declaración sobre la importancia de los niños y la crianza. Hace hincapié en que no debemos considerar la atención a los niños como una interrupción de otras actividades, sino como el enfoque principal. La carrera profesional no debe sustituir la maternidad. Al fin y al cabo, la carrera profesional terminará algún día, pero nunca dejaremos de ser madres.
La bendición de desempeñar nuestro rol de madres bíblicamente tiene repercusiones eternas. Somos una gran influencia en las vidas de nuestros hijos. La Biblia dice en Proverbios 22:6 “Dirige a tus hijos por el camino correcto, y cuando sean mayores, no lo abandonarán”. El tiempo que les dedicamos, el ejemplo que les damos, las enseñanzas que les inculcamos y el amor que les brindamos forman parte del fundamento que los ayudará a desarrollarse en adultos responsables con valores sólidos. Sobre todo, nuestra mayor responsabilidad es llevarlos a Cristo. Que nuestros hijos crezcan amando y honrando a Dios es algo que trae gran gozo a la vida de una madre.
Los hijos son el trabajo más importante que tenemos. Al darnos hijos, Dios nos ha confiado una valiosa herencia. Mantengámonos firmes en nuestro llamado maternal y enseñemos a nuestros hijos la importancia de la familia en la sociedad.
“El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.” 1 Corintios 13:7
Al celebrar el Día de las Madres, es inevitable pensar en el amor. El amor de una madre puede marcar la vida de sus hijos significativamente pues Dios la ha colocado en un rol que le permite ser de gran influencia.
Una madre que ama como la Biblia lo enseña nunca se da por vencida. Su amor por sus hijos la hace perseverar en su en la oración y en la disciplina. Ella no pierde la fe, se mantiene confiando en que el propósito de Dios se cumplirá. Su esperanza está puesta en la fidelidad de Dios. Eso la ayuda a permanecer firme frente a toda circunstancia.
Puede que los hijos estén descarriados, desanimados, alejados o enfermos, pero la madre temerosa de Dios nunca se rinde. Ella sigue orando, aconsejando conforme a la Palabra, instruyendo. Su fe no desamaya porque conoce a Aquel en quien ha puesto su esperanza y eso la mantiene firme.
El amor de una madre es abnegado, sacrificado, leal. La madre cuida, nutre, instruye, persevera en la oración, influye con amor y paciencia. No se da por vencida porque ha depositado su fe en el Dios que la sostiene a ella y a sus hijos en el hueco de Su Mano.
Sus hijos se levantan y la bendicen. Su marido la alaba: 29 «Hay muchas mujeres virtuosas y capaces en el mundo, ¡pero tú las superas a todas!». – Proverbios 31:28-29
Mayo es el mes en el que en Puerto Rico celebramos el Día de las Madres. El segundo domingo del mes se dedica el día para festejar y reconcer a las madres. Ya sea que es de la misma forma en tu país o no, es importante que el esposo afirme a su esposa en el rol que desempeña como madre. Al hacerlo, se destaca el valor que le das al papel de la madre en la familia.
En el pasaje de la Mujer Virtuosa, que leemos en Proverbios, los versos 28 y 29 dice que los hijos y el esposo se levantan para afirmar a esta mujer que es esposa y madre. Para ellos, ella es insuperable y lo expresan con palabras de afirmación. Así que, sigamos ese ejemplo bíblico afirmando y celebrando a las madres este mes de Mayo.
Su marido puede confiar en ella, y ella le enriquecerá en gran manera la vida. 12 Esa mujer le hace bien y no mal, todos los días de su vida. – Proverbios 31:11-12
Los pequeños gestos bondadosos pueden tocar profundamente el corazón de un esposo. A veces se nos olvida lo importante que es la afirmación para el esposo. Es una de las maneras en las que recibe el respeto que ansía. La esposa debe tener la meta de ser la persona que más afirma al esposo. Frases como: “Estoy agradecida del esfuerzo que haces por nuestra familia” o “Eres un buen esposo y padre”, inspirarán al esposo a seguir buscando el bienestar de su familia. Recibirlo con una sonrisa cuando se encuentran después del trabajo, un mensaje tierno durante el día, hablarle con amabilidad en el día a día, un abrazo, son gestos que pueden parecer pequeños, pero que pueden fortalecer el vínculo del matrimonio.
La vida fuera del hogar puede estar llena de retos, críticas e ingratitud, pero cuando una esposa sabia se esmera por seguir la Palabra de Dios, su hogar es el lugar favorito para el esposo. No subestimemos el poder de los pequeños gestos de bondad. Quizás te parezcan simples, pero significan mucho para el esposo.
En Proverbios 31:11-12, la Biblia nos muestra que la confianza en el matrimonio es de beneficio a la pareja. Un esposo que puede confiar en la buena voluntad de su esposa, se siente exitoso pues cuenta con la seguridad de una relación estable. La mujer virtuosa vive un día a la vez con la meta de ser bedición para la vida de su esposo. Seguir el consejo bíblico nos lleva a ser esposas virtuosas para la gloria de Dios.
“Pero el primer día de la semana, al rayar el alba, las mujeres vinieron al sepulcro trayendo las especias aromáticas que habían preparado. 2 Encontraron que la piedra había sido removida del sepulcro, 3 y cuando entraron, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, de pronto se pusieron junto a ellas dos varones en vestiduras resplandecientes. 5 Estando ellas aterrorizadas e inclinados sus rostros a tierra, ellos les dijeron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? 6 No está aquí, sino que ha resucitado. Acuérdense cómo les habló cuando estaba aún en Galilea, 7 diciendo que el Hijo del Hombre debía ser entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, y al tercer día resucitar».” – Lucas 24: 1 al 7
En el relato de la resurrección en el Evangelio de Lucas, encontramos a las mujeres llegando al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús con especias aromáticas. Para su sorpresa, hallan que la puerta de entrada al sepulcro ha sido removida y al entrar no encuentran el cuerpo de Jesús. Entonces dos varones con vestiduras blancas, les hacen la pregunta: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo” (Lucas 24:5)? Ante el temor de ellas, los varones les explican que Jesús ha resucitado y les recuerdan las palabras de Jesús de que sería crucificado pero que resucitaría (Lucas 24:6-7).
La pregunta del versículo 5 resuena hasta hoy porque seguimos buscando en tumbas vacías, tratando de encontrar la vida que solo está en Cristo. Nos han vendido tantas ideas que suenan y parecen bonitas, que pudiéramos gastar nuestra vida en una inquieta búsqueda que llene los vacíos de nuestro corazón.
Las tumbas vacías pueden ser: el dinero, el estatus social, la carrera profesional, la auto realización, la salud, inclusive el matrimonio y/o familia. Ninguna de estas cosas en sí mismas, por nobles que parezcan, pueden darnos la vida eterna que nuestra alma anhela. Pudiéramos tener todas estas cosas y si no tenemos a Cristo, no tenemos nada. En esa búsqueda entre “tumbas vacías”, muchas personas viven deprimidas, agobiadas, desesperanzadas, con sus familias y matrimonios destruidos, porque el mundo las ha enfocado en sí mismas. Este punto de vista es esencialmente egoísta (enfócate en ti) y totalmente contrario a lo que enseña el sacrificio de Cristo en la cruz: el amor abnegado.
¿Cuál es entonces la respuesta bíblica a nuestra búsqueda? Necesitamos recordar las palabras de Jesús, necesitamos recordar su sacrificio en la cruz y resurrección que nos dio acceso a la vida eterna. No tenemos que seguir buscando en las “tumbas vacías”, Cristo no está allí y Él es la vida abundante que nuestras almas necesitan.
Es el agua que puede saciar la sed para siempre, como le dijo a la mujer samaritana (“…pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna». Juan 4:14).
Es en Cristo que todo lo podemos, no es nuestras propias fuerzas (“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Filipenses 4:13).
Es en Cristo que encontramos nuestra identidad y por medio de Él es que sabemos que somos amados y aceptados, sin tener que perseguir el mito de la auto realización (“En amor 5 nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme a la buena intención de Su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de Su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado.” Efesios 1:5-6).
La vida que anhelamos se encuentra en Cristo. Caminar en Su voluntad nos da propósito. Vivir bajo su cobertura nos da refugio y aliento en medio de los inevitables sufrimientos que se presentan en el trayecto de nuestro caminar como dice el Salmo 59:16 – “Pero yo cantaré de Tu poder; Sí, gozoso cantaré por la mañana Tu misericordia; Porque Tú has sido mi baluarte Y refugio en el día de mi angustia.” Recordemos cada día lo que la vida de Jesús logró para la nuestra, lo que implica Su victoria, lo que significa Su gracia. Solo así dejaremos de buscar en las “tumbas vacías” para encontrarnos con Cristo, con Su amor y Su gracia que nos transforma a Su imagen.
“Todos estamos llamados a ser excepcionales en las cosas ordinarias, fieles en las cosas pequeñas, confiables cuando nadie está mirando.” – Elisabeth Elliot
En nuestros tiempos, mucha gente vive enfocada en sobresalir por sus habilidades extraordinarias y en presentar una imagen de éxito ante el resto del mundo. Por eso esta cita de Elisabeth Elliot pudiera sonar contracultural para muchos pues en la actualidad se menosprecia lo ordinario, se ignoran las cosas pequeñas y se ridiculiza la integridad.
Pero la realidad es que la vida se compone de miles de días ordinarios en los que se realizan tareas ordinarias en las que estamos llamadas a sobresalir. ¿Por qué? Porque es en esos días ordinarios, en los que hacemos las tareas del diario vivir, rodeados de nuestra familia, que dejamos huellas imborrables en las vidas de nuestros seres amados. Con el gesto cariñoso de levantar a tus niños por la mañana, le enseñas el gozo que brinda el amor que los une. Al servir la taza de café a tu cónyuge, expresas gratitud por la compañía que brinda su presencia en tu vida. Hay cientos de tareas ordinarias en las que podemos llegar a ser excepcionales por el amor con el que las realizamos, como enseña la Biblia (1 Corintios 16:14).
La fidelidad en las cosas pequeñas es algo que pudiera pasar desapercibido, pero es esa fidelidad la que establece el fundamento para la integridad. Ser fieles a Dios, a la verdad, a la familia, aún en aquellas cosas que parecen insignificantes forman en nosotros el carácter confiable que nos dará la firmeza de hacer lo correcto, aunque nadie esté mirando.
La Biblia dice en Lucas 16:10 “El que es fiel en lo poco también lo será en lo muchoy el que no es honrado en lo poco tampoco lo será en lo mucho.” Meditemos en esto para reforzar la verdad bíblica en lugar de permitir que las corrientes culturales nos arrastren a pensamientos vacíos y egocéntricos. Tener un pensamiento contracultural puede parecer difícil al momento, pero los beneficios tienen repercusiones para toda la vida.
“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” – 1 Corintios 12:9
La frase “la mejor versión de mí” es una que escuchamos con mayor frecuencia cada vez. Es una de las frases que parece estar “de moda” en la cultura popular. En lugar de repetirla como el papagayo, necesitamos detenernos y pensar en lo que realmente significa esta frase que se está propagando tanto.
Usualmente, esta frase significa que estás dando lo mejor, que te estás superando para lograr lo máximo que puedes dar. Pero ¿qué es lo que está detrás de ese estribillo? Puede ser que pensemos que simplemente queremos ser la mejor esposa, la mejor madre, la mejor cristiana, la mejor hija, la mejor vecina, etc. Podemos estar tomándolo como una frase de motivación para la superación personal. La realidad es que, como cristianas, debemos examinar todo a la luz de la Palabra de Dios. Así que, ¿qué nos dice la Biblia sobre esto?
“El que confía en su propio corazón es necio; Mas el que camina en sabiduría será librado.” – Proverbios 28:26
La Biblia enseña que no nos apoyemos en nuestra propia inteligencia, que no nos pensemos sabias en nuestra propia opinión porque el principio de la sabiduría es el temor a Dios. Nuestra confianza no debe estar puesta en nuestras propias habilidades o capacidades, sino en Dios que nos da la sabiduría y las fuerzas para asumir nuestro rol de manera eficiente y eficaz.
Con esto no quiero decir que no debemos tener aspiraciones y metas, sino que, si ponemos la confianza en nosotras mismas, en algún momento vamos a terminar frustradas y agotadas. Necesitamos depender de Dios y nutrirnos del conocimiento que nos provee a través de Su Palabra para que logremos hacer todas las buenas obras que Él ha preparado de antemano para nosotras (Efesios 2:10). Al final, la gloria de cada uno de nuestros triunfos es realmente de Él, porque fue Él quien los pensó, los diseñó y nos encaminó a lograrlos.
En el rol de esposa, el empeño de ser “la mejor versión de mí”, me puede llevar a sentirme profundamente frustrada conmigo misma si no “doy el grado” de los estándares que yo misma me he puesto influenciada por el mundo y por la cultura. O, por otro lado, puedo llegar a enorgullecerme de lo que he logrado como la “mejor versión de mí”, comparándome con otras personas (entre las cuales pudiera estar mi esposo), afectando así las relaciones con los demás. Peor aún es que mi relación con Dios es la más impactada porque nunca estaré a la altura de Su perfección y pensaré que Él está continuamente decepcionado de mí.
Este tema me hace pensar en Marta. La Biblia dice que ella estaba muy afanada y turbada porque quería servir bien a Jesús. Ella quería darle lo mejor que pudiera. Sin embargo, Jesús mismo le dice: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” Lucas 10:41-42 La mejor parte, la que escogió María, fue estar a los pies de Jesús para escuchar Sus enseñanzas. Al profundizar en nuestra relación con Jesús nos daremos cuenta de que Él es mucho mejor que la mejor versión de nosotras mismas. Más tarde, en el recuento bíblico, encontramos a Marta nuevamente. Cuando Lázaro muere, sus aseveraciones hacia Jesús demuestran que ella había creído en Él y conocía quien era. Luego de la resurrección de Lázaro, se menciona de nuevo a Marta sirviendo en una cena, pero en esta ocasión no se destaca que estaba afanada o turbada. Podemos pensar que hubo un cambio en Marta desde que Jesús la confrontó con su empeño de ser la mejor anfitriona. El Evangelio transforma nuestra forma de pensar y nuestro carácter para que seamos más como Cristo.
“Todo el día, todos los días, el evangelio es una invitación a dejar de intentar ser mejores versiones de nosotras mismas. En cambio, somos invitadas a confiar en Jesús para hacernos más parecidas a lo mejor de lo mejor, Él mismo.” – Erin Davis
“Todo el día, todos los días, el evangelio es una invitación a dejar de intentar ser mejores versiones de nosotras mismas. En cambio, somos invitadas a confiar en Jesús para hacernos más parecidas a lo mejor de lo mejor, Él mismo.” – Erin Davis
Esta cita de Erin Davis (autora, bloguera, oradora y colaboradora del Ministerio Aviva Nuestros Corazones) me parece excelente pues encierra una poderosa verdad. El Evangelio nos invita a confiar en Jesús y nos enseña a parecernos más a Él y eso sí que es lo mejor que nos puede suceder. Reflejar a Cristo en nuestras relaciones debe ser una de nuestras prioridades: Su amor, gracia, abnegación, humildad, entrega, servicio al prójimo y muchas más enseñanzas que podemos encontrar en el maravilloso tesoro que es Su Palabra.
Estamos llamadas a vivir para agradar a Cristo y no a la cultura. En un tiempo que nos vende tantas “mentiras bonitas”, busquemos la verdad en la eterna Palabra de Dios. Podemos tener la seguridad de que Su poder se ha de perfeccionar en cualquiera que sea nuestra debilidad.
“Encontrar una buena esposa es encontrar el bien, pues eso muestra que el SEÑOR está contento contigo.” – Proverbios 18:22 PDT
Cuando comienza un año, muchas personas se trazan metas que desean alcanzar en o antes de que el año finalice. Para lograrlas, se hacen planes a corto y a largo plazo de manera que puedan llegar a las metas de manera realista y exitosamente. Hay una meta que tengo como mujer cristiana y es la de ser una esposa piadosa, que la gracia de Dios irradie en mi hogar. Tengo claro que esta meta es para ser lograda a lo largo de mi vida y que sería arrogante e ignorante decir que puedo alcanzarla en un solo año. El trabajo del Espíritu Santo en mi vida es absolutamente necesario para la santificación progresiva que me llevará a ser una esposa piadosa.
“Su esposo confía totalmente en ella, ¡y cómo no le habrá de beneficiar!” – Proverbios 31:11 PDT
¿Cuáles son algunas de las características que distinguen a una esposa piadosa? Una de las primeras que se mencionan en el pasaje de la Mujer Virtuosa en Proverbios 31 es que ella es digna de confianza (Proverbios 31:11). El corazón de su esposo se siente seguro al confiar en ella. Por lo tanto, la esposa piadosa se esfuerza por brindar al esposo la seguridad de que puede ser vulnerable con ella, que no lo va a despreciar por sus debilidades, sino que ella estará dispuesta a cubrirlas con su amor. Él sabrá que con ella no carece de ganancia, pues luchará junto a él para conquistar los obstáculos que le causen preocupación.
La esposa piadosa también es prudente, vive sabiamente, sujetándose a la Palabra de Dios con humildad. Es hacendosa y amable en el hogar. Ama a su esposo y a sus hijos, haciendo honor al mandato bíblico. Su mayor anhelo es que la Palabra de Dios no sea blasfemada, por lo tanto, la obedece, siendo ejemplo para sus hijas y para las mujeres más jóvenes.
Una buena esposa es llamada un regalo del Señor en Proverbios 19:14. La herencia material no es comparable al regalo valioso que es una esposa comprensiva e inteligente en el hogar. Quizás en el presente, el mundo les da suma importancia a las riquezas, pero éstas no pueden brindar felicidad real. Sin embargo, un buen matrimonio que disfruta de una relación armoniosa, honesta y amigable en un hogar centrado en Cristo, es una verdadera fortuna.
“La gente recibe como herencia casas y dinero, pero una buena esposa es un regalo del SEÑOR.” – Proverbios 19:14 PDT
Una esposa piadosa reconoce que fue hecha a la imagen de Dios y para Su gloria. Busca en Él su propósito y en la Biblia su rol al saber que la diseñó para complementar al esposo en la maravillosa unión del matrimonio.
El valor de una esposa piadosa supera largamente al de las joyas. Ella se esfuerza por hacer el bien cada día. Sus palabras son sabias y amables. Es agradecida. Vive confiada porque su futuro está seguro en las manos de Dios. Todas estas cualidades están descritas en Proverbios 31:10 al 31, excelente pasaje para estudiar al comienzo del año.
Es un alto llamado el de ser una esposa piadosa, una meta que puede parecer inalcanzable en nuestros momentos de frustración. Pero reconocemos nuestra debilidad y dependemos del Señor para lograr cumplir con ese precioso llamado de ser una esposa piadosa. Oremos que Dios nos dé un corazón agradecido como el de Rut (Rut 2:10), una mente sabia como la de Ester (Ester 5 al 7) y un espíritu sumiso como el de María (Lucas 1:38). Sigamos escudriñando la Palabra, aprendiendo y poniendo en práctica lo que nos enseña sobre nuestro rol y a Su tiempo, cosecharemos el fruto de las semillas sembradas con fe y con amor.
“Pero María atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón.” – Lucas 2:19
Recientemente en nuestra Iglesia se celebró la Velada Navideña. Luego de la presentación de la obra musical, un pastor invitado dio unas palabras de exhortación centradas en el versículo 19 de Lucas 2, llamándonos a reflexionar sobre el significado del nacimiento, vida y muerte de Jesús. Ese breve mensaje, que no duró más de cinco minutos fue un cierre verdaderamente impactante para la ocasión.
Como me ha ocurrido anteriormente, cuando llega esta temporada, me envuelvo en la lista de tareas por hacer, listas de regalos, actividades que organizar o asistir y aunque pauso todos los días para leer la Biblia, a veces no me detengo lo suficiente como para reflexionar. Realmente, es algo con lo que creo que muchas mujeres luchamos. Esa noche sentí que Dios me llamaba a detenerme como lo hizo María y reflexionar sobre Jesús.
En la noche del nacimiento de Jesús, María reflexionó luego de la visita de los pastores. Solo puedo imaginarme el asombro y lo maravillada que estaba ella ante el relato de los pastores que habían visto y escuchado a un coro celestial cantar el anuncio de la llegada del Mesías. Probablemente cuando ella le dijo al ángel Gabriel que se hiciera con ella conforme a la Palabra que se le había dado, no tenía ni idea de cómo iba a resultar todo lo que le estaba aconteciendo. Pero María fue obediente y valiente, aceptó el llamado aún sin entender la magnitud de todo lo que habría de ocurrir. El anuncio y el nacimiento de Jesús son, sin duda, acontecimientos transformadores. La vida de María cambió desde la visita del ángel Gabriel; así también nuestra vida es transformada por las Buenas Nuevas de Salvación y la llegada de Jesús a nuestros corazones.
“Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.” – Lucas 2:51
En Lucas 2: 41-52 se encuentra el relato de Jesús en el templo a sus doce años enfrascado en una conversación con los eruditos en la Ley. El verso 51 repite que María guardaba todas estas cosas en su corazón y reflexionaba sobre ellas. Definitivamente, esa escena debe haber sido impresionante al ver a Jesús sostener un diálogo con adultos conocedores de Ley. Jesús era su Salvador, quien cumpliría la ley a perfección en representación de ella y de todos nosotros, para perdón de nuestros pecados. Él era digno de su adoración y es digno de la nuestra.
Al pausar intencionalmente para reflexionar en esta temporada, meditemos en que Jesús vino para transformar nuestra relación con Dios, ya no somos “hijas de ira”, sino que somos amadas y aceptadas por el Padre. Su amor nos cubre para que nuestras vidas sean transformadas: que haya unidad en nuestra familia y matrimonio, que haya perdón, que seamos humildes y amables en el trato mutuo, que nos hablemos con verdad y gracia, que el gozo del Señor abunde en nuestros hogares.
“Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia.” – Colosenses 3:12
La presencia de Jesús en nuestras vidas nos restaura, nos santifica, nos mueve hacia la madurez. Reflexionemos sobre cómo se ha visto transformada nuestra vida este año por la presencia de Jesús. ¿Qué cambios hemos experimentado? ¿Estamos igual que el año pasado para esta fecha o hemos mejorado y madurado? ¿Ha crecido nuestro matrimonio? ¿Cómo estoy ejerciendo mi rol de esposa, de madre, de hija? ¿Qué actitudes en mí necesitan ser pulidas por Dios todavía? La Biblia nos enseña que hagamos TODO para la gloria de Dios. Él es digno de toda nuestra adoración. Así que, procuremos exaltarlo en nuestro diario vivir, al darle el primado en nuestro hogar, al honrar Su Palabra en la forma en que nos relacionamos con el esposo y los hijos. Démosle gloria con nuestro testimonio ante el mundo, alabémosle con gratitud por la oportunidad de servirle a Él, sea cual sea la comisión que nos haya dado. Hagamos la pausa y, como María, reflexionemos.
“Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios.” – Filipenses 4:6
Al acercarse el otoño, en los países en los que celebramos Acción de Gracias en el mes de noviembre, el tema de la gratitud comienza a manifestarse con mayor frecuencia. Encontramos muchas enseñanzas en la Biblia sobre la gratitud; al igual en otros libros y materiales educativos. Es uno de mis temas favoritos sobre el cual escribir.
La razón por la que me agrada escribir sobre este tema es porque entiendo que necesitamos recordarnos continuamente a nosotras mismas, la importancia de ser agradecidas. Escuché recientemente a un predicador decir que cuando reflexionamos honestamente, nuestras vidas están más caracterizadas por la ingratitud que por la gratitud. Preguntémonos, ¿cuántas veces al día nos quejamos en contraste con las veces que damos gracias? Con sinceridad, muchas veces hacemos de la queja una costumbre que termina afectando nuestra actitud y que puede afectar nuestras relaciones.
Confieso que con todo lo que me gusta este tema, se me ha hecho difícil escribir en esta ocasión. Los desafíos de esta temporada me han hecho sentir agobiada, pero continuamente he sido retada por la Palabra de Dios a ser agradecida. Cuando me angustia alguna preocupación, la Biblia me exhorta a orar por ella, dando gracias a Dios porque puedo llevar mis peticiones delante de Él y saber que las escucha. En lugar de recurrir a la queja, puedo recurrir a la oración. Esa es una de las lecciones más valiosas que he estado aprendiendo durante estas pasadas semanas.
“No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.” – Filipenses 4: 6-7
Cuando nos esforzamos en cultivar la gratitud, nuestro enfoque cambia, lo cual influye sobre nuestra actitud y sobre la forma en que nos relacionamos. Cuando la actitud de queja domina en el matrimonio, el enfoque se torna hacia los defectos del esposo, las situaciones que afectan la relación adversamente y los problemas de la vida. En cambio, cuando cultivamos la gratitud en la vida y en el matrimonio, nos enfocamos en las cualidades positivas del esposo, en los aspectos buenos de nuestra vida juntos, en las bendiciones de las que gozamos. Esto no significa que ignoraremos las situaciones difíciles, porque éstas llegarán, pero la gratitud nos llevará a enfrentarlas de manera bíblica experimentando paz en nuestros corazones (Filipenses 4:6-7).
La comunicación con el esposo también será impactada positivamente por la gratitud, porque elimina la queja de nuestros labios. Quejarse no es lo que resuelve los problemas en la relación. El diálogo amable, respetuoso y asertivo es lo que nos ayuda a resolver los conflictos en el hogar, tomando como guía las verdades bíblicas para la vida y la familia. La queja aumenta la amargura y el resentimiento en el corazón, mientras que la gratitud promueve una actitud de gozo que abundará en acciones de dar, expresando por gracia lo que por gracia hemos recibido: amor, perdón, comprensión, compasión, respeto, paciencia, tolerancia, bondad, confianza, fidelidad, amabilidad, paz.
“Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús.” – 1 Tesalonicenses 5:18
Permitamos que la Biblia nos corrija tal como anhelamos que nos aliente y nos sustente. Trabajemos en cultivar la gratitud en nuestra vida, nuestro matrimonio y nuestra familia. Recordemos que esa es la voluntad de Dios para nosotros (1 Tesalonicenses 5:16)