La Esposa – Por el Camino Excelente

“El amor siempre está listo para creer lo mejor de los demás…” 1 Corintios 13:7 (Biblia Amplificada)

El pasaje de 1 Corintios 13:4 -7 es uno que he leído en numerosas ocasiones, lo he escuchado en canciones, estudios bíblicos y junto a mi esposo hemos recomendado a parejas que lo lean y mediten sobre él. Leer una porción en diferentes versiones de la Biblia puede ser de gran ayuda para entender un pasaje más ampliamente. El conocido pasaje de los versos 4 al 7 de 1 de Corintios 13 en la Biblia Amplificada nos ayuda a comprender mejor lo que implica el amor como allí se describe. Lo comparto a continuación para beneficio de quienes leen: 4 El amor es perdurable, es paciente y bondadoso, el amor nunca es envidioso ni rebosa de celos, no es jactancioso ni vanaglorioso, no se muestra altivo. 5 No es engreído (soberbio e inflado de orgullo); no es grosero (descortés) y no actúa indebidamente. El amor (el amor de Dios en nosotros) no insiste en sus propios derechos o en su propio camino, porque no es egoísta; no es quisquilloso o irritable o resentido; no tiene en cuenta el mal que se le ha hecho [no presta atención a un mal sufrido]. 6 No se regocija por la injusticia y los atropellos, sino que se regocija cuando prevalecen el derecho y la verdad. 7 El amor soporta cualquier cosa y todo lo que venga, *está siempre dispuesto a creer lo mejor de cada persona, sus esperanzas no se desvanecen frente a las circunstancias y todo lo soporta [sin debilitarse]. *énfasis añadido

” En el amor no hay temor,
sino que el perfecto amor
echa fuera el temor…” –
1 Juan 4:18

Me llama la atención la parte resaltada de estos versículos en el párrafo anterior porque en el matrimonio es importante practicar esta enseñanza sobre el amor. Necesitamos examinarnos y hacernos la pregunta: ¿Creemos lo mejor del esposo? ¿Tenemos un buen concepto de él? ¿Saltamos a conclusiones no confirmadas ante cualquier situación que nos provoca incomodidad? Debido a la familiaridad en el matrimonio, no siempre creemos lo mejor del esposo. Nuestra mente se llena de dudas (actuando indebidamente) y asumimos que olvidó hacer algo por la razón negativa que se nos ocurra, sin esperar el momento de hablar con él para corroborar lo sucedido. Puede que en ocasiones critiquemos al esposo, ya sea en nuestros pensamientos, hablando entre dientes o inclusive expresándolo a él mismo a otras personas. Recordemos que el amor perfecto de Dios echa fuera todo temor (1 Juan 4:18) y es temor lo que nos hace muchas veces dudar.

¿Cómo podemos creer lo mejor del esposo? En primer lugar, necesitamos seguir el mandato de Jesús de amar como Él nos amó (Juan 15:12). Solamente ese amor es capaz de superar nuestras debilidades y las de nuestro prójimo (el esposo). Para lograr esto, es necesario conocer a Dios a través del estudio de Su Palabra, la meditación y la oración. Tenemos que aprender a aplicar lo aprendido a nuestras vidas y ponerlo en práctica en la vida diaria. En segundo lugar, debemos entender que el camino más excelente que nos muestra el Apóstol Pablo en 1 Corintios 13 requiere de entrega, sacrificio y abnegación. El excelente camino del amor es preeminente, es decir que está colocado en un lugar superior. Dios es amor y nosotros podemos amar verdaderamente porque Él nos amó primero (1 Juan 4: 7-21). El matrimonio fue diseñado por Dios para que sea un reflejo del amor de Cristo por la Iglesia. El matrimonio que obedece el mandato bíblico glorifica a Dios.

Este es mi mandamiento:
que os améis los unos
a los otros,
así como yo os he amado. –
Juan 15:12

Cuando creemos lo mejor del esposo y se lo expresamos a menudo estamos afirmando los dones, talentos y habilidades que Dios le dio. Esto fortalece la conexión con el esposo y les dará esperanza en los momentos de dificultad, porque él sabrá que confías en el amor que Dios le ha dado para compartir y juntos podrán vencer. El amor del que nos habla la Biblia no deja de ser. Cuando lo ponemos en práctica en el matrimonio, vemos que la relación comienza a madurar porque ya no estamos centradas en nosotras mismas, no actuamos indebidamente, evitamos ser quisquillosas, sino que, en lugar de eso, mostramos bondad, paciencia, amabilidad y perseverancia. Podemos estar seguras de que al hacer esto, estamos andando por el camino más excelente.

El Apoyo de la Esposa

Es mejor ser dos que uno,
porque ambos pueden ayudarse mutuamente
a lograr el éxito. – Eclesiastés 4:9

Esta tarde, mi vista se detuvo en un pequeño cuadro que tengo en mi habitación en el que está escita la primera parte de Eclesiastés 4:9. Me resultó curioso cómo Dios nos inspira con Su Palabra aún en los momentos cotidianos pues llevo varios días pensando en escribir sobre el tema del apoyo para esta publicación. Este versículo de Eclesiastés, el cual luego busqué para leer en contexto y en diferentes versiones de la Biblia, es definitivamente uno en el que la Biblia resalta la importancia de apoyarnos mutuamente.

En el matrimonio, el apoyo mutuo de los cónyuges es fundamental para que la relación crezca y se fortalezca. En el diseño de Dios para la esposa, el apoyo es una de las características principales pues la mujer fue creada como ayuda idónea (Génesis 2:18). La cultura actual rechaza y ridiculiza el término “ayuda idónea”, porque desconocen lo que realmente significa. La palabra utilizada originalmente para describir a la mujer como ayuda idónea (“ezer kenegdo”) también se utiliza para referirse a un atributo de Dios en diferentes partes de la Biblia (Salmo 121:1-2, Salmo 33:20 y Salmo 70:5). Por lo tanto, podemos entender que cuando se le llama “ayuda idónea” a la esposa, de ninguna manera se le está denigrando. Se nos da el privilegio de reflejar la imagen de Dios en forma de servicio y abnegación (en la pasada publicación La Esposa Fructífera, se escribió sobre el tema del valor de la misión de la esposa).

“Si uno cae,
el otro puede darle la mano
y ayudarle;
pero el que cae
y está solo, ese sí
que está en problemas.”
– Eclesiastés 4:10

Aclarado este punto,* entonces ¿qué significa para el matrimonio el apoyo de la esposa? Según lo que leemos en Eclesiastés 4: 9 al 12, significa obtener mayor fruto en lo que emprendan, significa que estarás ahí para levantar al esposo cuando su ánimo decaiga, que serás el hogar cálido para él en las noches difíciles, significa que confiando en Dios juntos saldrán victoriosos cuando enfrenten dificultades. Verso por verso, esta porción bíblica nos da una imagen clara de lo que implica el apoyo en el matrimonio.

He tenido poderosos ejemplos de esposas apoyando a sus esposos a lo largo de mi vida. Mis abuelas, ambas fueron fieles y abnegadas para con sus esposos y sus familias. Mi abuela materna una vez me contó que ella se iba con mi abuelo a ayudarlo en “la tala” (el huerto) lo más que pudo. Digna de admirar, mi abuela (que tiene 105 años), no solo se ocupaba de las labores domésticas, sino que también mostraba apoyo a mi abuelo en su ocupación de agricultor para el sostenimiento de la familia. Hasta sus últimos días en esta tierra, mi abuelo (que ya partió al Hogar Celestial), demostraba su amor constante por mi abuela. El apoyo brindado por su esposa rindió fruto de gratitud y fidelidad hasta el fin. Estuvieron casados por más de 70 años.

Mi madre también ha sido un gran ejemplo de apoyo al esposo. Ella estuvo dispuesta a seguir el llamado que Dios había hecho a su esposo para el Pastorado. Dejó su profesión para dedicarse al hogar y al ministerio a tiempo completo por largos años. Sembró en mis hermanos y en mí el amor por Dios y por Su Palabra junto a mi padre. Ella es su fiel editora en todo el material que escribe mi papá para las clases bíblicas y lo ayudó cuando publicó Principios de Vida en el Libro de Proverbios.

Agradezco a Dios por mis tías que siguieron el ejemplo de sus madres al ser esposas abnegadas y fieles. Mujeres que han demostrado que, tanto en la abundancia como en la escasez, tanto en la salud como en la enfermedad, tanto en las buenas como en las malas, se permanece firme. Pude visualizar la veracidad de los votos matrimoniales y el gran significado que tiene el apoyo en el matrimonio.

“Uno solo puede ser vencido,
pero dos se defienden mejor.
Es que la cuerda de tres hilos
no se rompe fácilmente.” – Eclesiastés 4:12

Somos llamadas a ser uno con el esposo, no a estar en competencia con él. Cuando nos unimos, trabajamos juntos y nos apoyamos, experimentamos crecimiento en la relación matrimonial. Nuestro matrimonio se fortalece cuando aplicamos los principios de la Palabra de Dios y lo reconocemos a Él continuamente como el centro y el que sostiene nuestra unión.

*Puedes buscar información adicional sobre este tema en los libros Mujer Verdadera 101 y Adornada (ambos por la autora Nancy Leigh DeMoss).

La Esposa Fructífera

“Tu esposa será como una vid fructífera,
floreciente en el hogar.” – Salmo 128:3NTV

Recientemente, leí una corta reflexión sobre el Salmo 128:3 que impactó e inspiró mi corazón. La reflexión invitaba a meditar en la enseñanza que conlleva este versículo, el cual nos llama a una vida fructífera. Cuando estudiamos la Palabra de Dios, comenzamos a entender que la misión de la esposa es una de gran valor y estima. Poner lo aprendido en acción es lo que nos llevará a dar fruto (Santiago 1:25).

En Génesis 1:28, encontramos la primera mención del llamado a ser fructíferos que se les da a la primera pareja, Adán y Eva, al ser creados por Dios. ¿Qué nos quiere decir esto además de lo obvio, que sería la procreación de hijos? Junto al esposo, estamos llamadas a dar fruto en el hogar, a multiplicarnos, al hacer de nuestros hijos discípulos que vivan para honrar y servir a Dios.

“Luego Dios los bendijo
con las siguientes palabras:
Sean fructíferos y multiplíquense.
Llenen la tierra
y gobiernen sobre ella.” –
Génesis 1:28

Nuestra misión en el hogar requiere que dependamos plenamente de Dios y de su Palabra. El trajín diario, las demandas de la vida, las responsabilidades y quehaceres pueden sobrecargarnos si no estamos afianzadas en la Palabra de Dios. Cada día necesitamos de Él, de su gracia y sabiduría para dar fruto de amor, alegría y paz en nuestro hogar.

Otro detalle del verso 3 del Salmo 128 es que nos compara con una vid. En la reflexión que leí, decía que “en la soleada y calurosa tierra de los tiempos bíblicos, una vid daba sombra y resguardo”. Esta analogía nos lleva a pensar que nuestro ministerio es servir de amparo y refugio a nuestra familia. Que cuando el esposo necesite aliento, pueda recurrir a la esposa. Que cuando los hijos necesitan consuelo y oración, puedan recurrir a los brazos de su madre.

Otro adjetivo que encontramos en el Salmo 128:3 es “floreciente”, lo cual significa que florece, prospera, se desarrolla, es favorable y venturosa. Esto me hace pensar en la mujer virtuosa de Proverbios 31:10-31, una mujer que da bien y no mal cada día de su vida, una esposa confiable, una mujer hacendosa, que cuida de su familia y administra bien su hogar, trabajadora y emprendedora.

“Mujer virtuosa,
¿quién la hallará?
Porque su estima
sobrepasa largamente
a la de las piedras preciosas.” – Proverbios 31:10

Cuando Dios nos hace un llamado, Él nos da las habilidades necesarias y nos provee las herramientas para que lo llevemos a cabo para su gloria. Mientras maduramos y crecemos como cristianas, también vamos aprendiendo a cumplir nuestro llamado de la manera que a Dios le agrada. Todas tenemos áreas en las que necesitamos crecer aún, pero Él nos ha dicho: «Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad» 2 Corintios 12:9.

Tenemos la Biblia a nuestro alcance de tantas y diferentes maneras que podemos aprovechar para leerla, estudiarla y crecer. Podemos orar con la confianza de que Dios nos escucha en cualquier momento y en todo lugar, con un acceso libre para pedirle que nos ayude a llevar una vida fructífera en nuestros hogares. Que podamos sembrar la semilla del Evangelio en los corazones de nuestros hijos con la certeza de que el crecimiento lo da Dios. Que nuestro hogar sea uno lleno de fruto que alimenta el alma de nuestra familia con la esperanza que solo el amor de Cristo puede brindar.

La Esposa – Honrando a los Padres

“Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra.” – Efesios 6: 2-3

El pensar en la celebración del Día de los Padres, me inspiró a escribir sobre el tema de honrar a los padres. El honrar a los padres y madres es un mandamiento bíblico que contiene una promesa de bienestar y larga vida. Honrar a los padres es algo que debemos hacer durante toda la vida y nos concierne como hijas y como esposas.

¿De qué forma nos concierne como esposas? La esposa honra a sus padres, cuando vive de acuerdo con los principios y valores que le enseñaron durante su crianza, cuando obedece lo que enseña la Palabra de Dios y vive para ser una mujer virtuosa que glorifica Su nombre.

Como esposas, somos las que damos el ejemplo a los hijos para que honren a su padre. Estamos llamadas a respetar al esposo (Efesios 5:33), por lo tanto, nuestra actitud se verá reflejada en la actitud de los hijos hacia su padre. Cuando honramos al esposo, mostrando amabilidad, bondad y respeto, los hijos aprenden a honrar a su padre. En un hogar donde el esposo y la esposa obedecen la enseñanza bíblica sobre el amor y respeto, los hijos crecen en un ambiente seguro y saludable.

“El sabio de corazón es llamado prudente,
Y la dulzura de labios aumenta el saber.” – Proverbios 16:21

Para honrar al esposo como padre, debemos mostrarle estima. Ese respeto amoroso se demuestra cada día, en lo ordinario de la vida, cuando somos agradecidas por su esfuerzo y trabajo para proveer. También cuando nos complementamos en la crianza de los hijos, en el mantenimiento y manejo del hogar. Honramos al esposo cuando le hablamos con amabilidad en lugar de sarcasmo, cuando tenemos paciencia ante sus errores, recordando que nosotros también los cometemos. La Biblia enseña que la dulzura de labios es efectiva para edificar el hogar sabiamente.

Cuando el esposo está pasando por un momento difícil, expresar empatía le hará sentir honrado. Muchos hombres guardan silencio sobre sus luchas porque piensan que serán señalados o criticados. La esposa está llamada a mostrar gracia y orar con él y por él en medio de las luchas de la vida. En lugar de ser carcoma para sus huesos, la mujer virtuosa es corona de su marido (Proverbios 12:4).

Honramos al esposo cuando hablamos bien de él a los demás y frente a nuestros hijos. Cuando le escuchamos con atención en lugar de interrumpirle, cuando dialogamos sobre nuestros desacuerdos en privado en lugar de contradecirlo frente a los demás. Cuando nos interesamos por su opinión y tratamos de entenderlo. Cuando demostramos confianza en sus habilidades y halagamos sinceramente sus cualidades.

“Su esposo es respetado
en la comunidad…” –
Proverbios 31:23

Martha Peace, la autora de La Esposa Excelente escribe: “El tratar a su esposo con respeto es una actitud del corazón que debe estar presente a pesar de las circunstancias y sus sentimientos.” Dios nos llama a mostrar amor bíblico al esposo y mostrar amor a Dios en el proceso. Puede que a veces nos sintamos desanimadas, pero recordemos que no debemos seguir nuestras emociones, sino la Palabra de Dios y cuando la obedecemos en este mandato de honrar a los padres, tenemos acceso a la promesa de que nos irá bien y tendremos larga vida.

Doy gracias por mi padre, que me enseñó a amar a Dios y a servir al prójimo, que junto a mi madre nos mostraron a mis hermanos y a mí lo que es un matrimonio que vive por la gracia y el amor de Cristo. También agradezco por mi amado esposo porque en él veo la Palabra de Dios en acción, mientras juntos seguimos edificando nuestro hogar y experimentando la maravillosa gracia de Dios en cada etapa de nuestro matrimonio. ¡Feliz Día de los Padres! Les honramos y respetamos en el amor de Cristo.

La Esposa Deliberada

“La mujer sabia edifica su hogar…”- Proverbios 14:1

Recientemente terminé un Reto de 30 días en los cuales debía evitar decir cosas negativas sobre mi cónyuge y resaltar una característica positiva diariamente. Cada día, leía por la mañana una reflexión y debía expresar agradecimiento o admiración por las diferentes cualidades positivas de mi esposo. Durante los últimos días del Reto, meditaba en cómo el pensar de manera intencional sobre el tema del Devocionario incluido, provoca la renovación de la mente y ayuda a obrar de manera agradable a Dios.

Una clave del Reto fue ser deliberada, hacerlo con toda la intención, confiando en la bondad de Dios, que se hacía notable cada día. “Deliberada” significa hacer algo de manera voluntaria, intencionada y a propósito. Cuando sometemos nuestra voluntad a la voluntad buena, agradable y perfecta de Dios, cosechamos buen fruto. Todo lo que hacemos es porque Él pone el querer hacerlo en nosotros (Filipenses 2:13). Él preparó de antemano nuestras buenas obras (Efesios 2:10).

Pero el que mira atentamente a la ley perfecta,
la ley de la libertad, y permanece en ella,
no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo
sino un hacedor eficaz,
este será bienaventurado en lo que hace. – Santiago 1:25

Como esposas, estamos llamadas a edificar el hogar, lo cual significa buscar la sabiduría de Dios para hacer lo correcto en nuestro trato hacia el esposo. El matrimonio se fortalece cuando en lugar de criticar, mostramos agradecimiento y resaltamos las cualidades del esposo que reflejan el carácter de Cristo en él. Puede que pienses que tienes un buen matrimonio y que no te hace falta tomar pasos deliberados para fortalecer tu relación. La realidad es que todo matrimonio se beneficia del esfuerzo que le dedicamos para que sea una relación de acuerdo con lo que enseña la Biblia. Ser hacedoras eficaces de la Palabra nos hace bienaventuradas.

Ser deliberada no siempre será tarea fácil. Habrá momentos de desánimo y en los que pensemos que el esfuerzo solo proviene de nuestra parte. Necesitamos recordar que a nosotras nos toca hacer lo que nos corresponde y Dios es quien se encarga de tocar el corazón del esposo. Podemos confiar plenamente que Dios obrará de acuerdo con su buena voluntad y sabemos que a Él le agrada que los matrimonios se fortalezcan y crezcan. Una realidad que han experimentado muchas mujeres que han emprendido el reto de ser deliberadas en su pensar y hablar sobre el esposo, es que la respuesta del esposo hacia ellas ha mejorado, abriendo paso a la comunicación y las expresiones de afecto en la relación.

“Ella le trae bien y no mal
todos los días de su vida.” –
Proverbios 31:12

Recordemos que la Palabra asemeja a la esposa con un tesoro y dice que la mujer virtuosa le hace bien al esposo cada día. Que saquemos del tesoro de nuestro corazón buenas palabras que afirmen al esposo y le animen a hacer lo correcto por el matrimonio y la familia día tras día (Lucas 6:45). Podemos descansar en el Señor mientras seguimos buscando hacer Su voluntad. Recogeremos buen fruto si no desmayamos (Gálatas 6:9). Te invito a reflexionar sobre ser deliberada en tratar a tu esposo de una manera agradable a Dios. Él guiará tus pasos y te ayudará a lograrlo para que puedas testificar de Su obra en medio de tu matrimonio.

La Esposa – Celebrando el Matrimonio

“Tengan todos en alta estima el matrimonio
y la fidelidad conyugal…”  – Hebreos 13:4

El sábado pasado, nuestra familia celebró con mucha alegría y amor las Bodas de Oro (50 años de casados) de mis padres. Todos mis hermanos y yo estuvimos organizando los preparativos durante meses para realizar este evento para agasajar a nuestros padres. Además de emotiva, fue una ocasión inspiradora para toda la familia.

En un tiempo en el que se respeta poco el matrimonio, es refrescante y también impactante ver una pareja que perdure a través de los años, no solamente casada, sino con una relación sólida. Eso es lo que mis padres ejemplifican: un matrimonio fuerte. Pero ¿por qué? Todos los que le conocen, pueden decir que la razón es Jesucristo. Y es cierto. Los que hemos estado más cerca, sus hijos y nietos, somos testigos del amor por Cristo que ambos profesan y viven. Eso es algo que cada uno de los nietos que participó en el evento recalcaron, que el matrimonio de sus abuelos está centrado en Cristo. Y eso definitivamente, hace una gran diferencia.

Como hija, puedo decir que tuvimos una linda niñez. No teníamos lujos, ni los juguetes o ropa de última moda, pero no importaba, porque estábamos bien. Crecimos en un hogar amoroso y con unos padres que se esforzaron siempre por enseñarnos a amar la lectura, la naturaleza, pero sobre todo a amar a Dios y a servir al prójimo. Dedicaban tiempo para leernos devocionarios para niños, leer la Biblia, jugar y escuchar juntos el programa radial cristiano para niños que se transmitía los sábados por la mañana. Más allá de eso, mostraban con su ejemplo lo que es servir a Dios con amor. Solían ir al campo para retirarse a ayunar, orar y leer la Biblia. En algunas ocasiones hospedaban a misioneros o ministros que conocían, dando ejemplo de lo que es la hospitalidad, como enseña la Palabra.

“… maestras del bien;
que enseñen a las mujeres jóvenes
a amar a sus maridos y a sus hijos …” –
Tito 2:3-4

Con el paso de los años y mis propios hijos adultos, puedo apreciar aún más el matrimonio de mis padres. Puedo ver el impacto tan valioso que ha sido a la vida de mis hijos, quienes han visto en ellos una unión duradera, que se ha fortalecido en medio de las circunstancias difíciles, que se cuidan mutuamente, que trabajan unidos por el bien de la familia, mostrando en todo el amor de Dios que mora en ellos.

Puedo apreciar también las hermosas cualidades que observo de mi madre como esposa, de las cuales aprendo. Una de ellas es la fidelidad: fidelidad a Dios, fidelidad al pacto matrimonial, fidelidad a la familia, fidelidad al llamado ministerial, fidelidad al rol de esposa y madre. También, la firmeza en la búsqueda continua de aprender de la Palabra de Dios y dejar que sea ésta la que moldee su vida, y no los conceptos cambiantes del mundo que nos rodea. Otra de esas cualidades es el apoyo al esposo, aunque a veces las circunstancias pudieran ser inciertas, ese apoyo nunca faltó porque ambos habían creído que El que los llamó, los ayudaría a alcanzar el propósito preparado para su matrimonio. Sin duda, mi madre ha sido y es una maestra del bien, de la cual todavía tengo mucho que aprender.

“Como dicen las Escrituras:
«El hombre deja a su padre y a su madre,
y se une a su esposa,
y los dos se convierten en uno solo».
Eso es un gran misterio, pero ilustra la manera en que Cristo y la iglesia son uno.” –
Efesios 5: 31-32

Hoy, puedo admirar su matrimonio y decir como dijo mi hija durante la ceremonia: “Yo quiero un amor como el de ellos.” Y gracias a Dios, voy en camino junto a mi esposo a cumplir 27 años de casados con la meta de permanecer juntos y seguir el buen ejemplo que mis padres nos han dado. Vivo agradecida de Dios por haberme permitido nacer en una familia que me enseñó a amarlo a Él, que me enseñó lo que es un matrimonio ejemplar, que me enseñó lo que es un hogar. Celebro el matrimonio de mis padres resaltando los valores que lo distinguen porque a través de estos, ellos exaltan a Cristo.

La Esposa y el Perdón

“Un matrimonio feliz es la unión de dos buenos perdonadores …” – Ruth Bell Graham

Durante los pasados días, volví a toparme con esta famosa cita de Ruth Bell Graham sobre el matrimonio y el perdón, además de que escuché un par de “podcasts” del ministerio Aviva Nuestros Corazones sobre el tema del perdón. Inevitablemente, me puse a meditar en el poder del perdón, pero sobre todo en lo necesario que es el perdón en las relaciones, especialmente en el matrimonio. Creo que podemos estar de acuerdo en que mientras más tiempo pasamos con alguien, surgirán ocasiones en las que vamos a necesitar perdonar o pedir perdón. Esto es muy real en el matrimonio.

El encierro (“lockdown”) al que estuvimos expuestos durante varios meses del año pasado a causa de la pandemia por el COVID-19, seguramente provocó muchas situaciones que necesitaron del perdón en nuestros hogares. El cambio que ocurrió en las rutinas familiares, las transiciones en la forma de estudiar y trabajar, la implementación de nuevos hábitos para lidiar con la situación trajo consigo momentos de molestia, frustración, enojo e irritación, que suelen lastimar las relaciones. Seguramente se necesitó el perdón en muchas ocasiones durante esos meses para poder cuidar y fortalecer nuestras relaciones.

“El amor es paciente, es bondadoso;
el amor no tiene envidia;
el amor no es jactancioso, no es arrogante; 
no se porta indecorosamente;
no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta
el mal recibido; no se regocija de la injusticia,
sino que se alegra con la verdad; 
todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” –
1 Corintios 13: 4-7

La realidad es que necesitamos darnos cuenta de que el perdón no es solo necesario en ocasiones o circunstancias especiales, sino que el perdón es un asunto de todos los días. En el matrimonio necesitamos perdonar continuamente al cónyuge ya que hay hábitos o simplemente tonterías que nos molestan que necesitamos aprender a soportar y la única forma de lograrlo es perdonando. Si vamos a tener una discusión por todo lo que nos molesta, puede que haya días terribles, pero si aprendemos que “el amor todo lo soporta”, podemos perdonar, pasar por alto las fallas y vivir en armonía. Después de todo, tenemos que reconocer que no somos perfectas y que probablemente, tenemos hábitos que irritan al esposo y que él también ha tenido que aprender a pasar por alto.

Hay casos en los que suceden eventos que conllevan un proceso delicado para lograr el perdón. En esas situaciones es que uno puede ver y reconocer que, sin lugar a duda, el perdón no es algo que proviene de nuestra propia naturaleza, sino que proviene de Dios. La manifestación de la gracia de Dios a través de Cristo, como el medio por el cual nuestros pecados fueron perdonados, hace posible que una persona pueda perdonar a otra una falta que muchos considerarían imperdonable. Pero cuando hemos conocido el perdón de Dios, entendemos que, si Él fue capaz de perdonarnos todo a todos, ¿quiénes somos nosotros para no perdonar a los que nos ofenden?

He conocido personas a las que considero “campeonas del perdón” porque he podido ver la gracia de Dios manifestada en sus vidas. El amor de Dios las ha cubierto y sanado sus heridas para que den por gracia lo que por gracia han recibido. No han sido procesos fáciles, pero han crecido, se han fortalecido y han salido del proceso con la victoria de experimentar el poder del perdón en sus vidas.

“Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia;
soportándoos unos a otros y perdonándoos
unos a otros, si alguno tiene queja contra otro;
como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.” – Colosenses 3:12-13

Cuando entendemos que el perdón debe formar parte de nuestra vida diaria, nuestras relaciones comienzan a fortalecerse. Podemos ver al esposo y a los hijos a través de la gracia; dejamos de verlos a través del lente de la condenación que causa contiendas. Así es como llega la armonía al matrimonio, a través del perdón. Primero, el perdón de Cristo y luego, ponerlo en práctica al perdonarnos mutuamente.  

La Esposa – Caminando hacia la Madurez

 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres… – Colosenses 3:23

Con el paso de los años en el caminar con Cristo, vamos aprendiendo que la vida cristiana se trata de darle gloria a Dios. Y esto es en todo. La Biblia dice que todo lo que hacemos debe ser para la gloria de Dios. Eso significa que en cada rol que asumimos, en cada tarea que emprendemos, necesitamos tener en mente cómo podemos glorificar a Dios a través de lo que hacemos.

Algo que me impacta de la vida de muchos personajes bíblicos es que entendieron esto y nos dejaron el ejemplo para que podamos seguirlo. Por ejemplo, María de Nazaret (de quien escribimos en la publicación anterior) entendió claramente, que el llamado que se le hacía, no se trataba de ella, sino de Jesús (Lucas 1:30-33). Juan el Bautista, también lo entendió y dijo: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” Juan 3:30. Así es que mientras vamos caminando hacia la madurez, comprendemos que la vida de Jesús es la que tiene que crecer en la nuestra, la voluntad del Padre gobernar la nuestra, mientras van menguando nuestras tendencias pecaminosas (actitudes egoístas, expectativas irreales, malos hábitos relacionales) que nos alejan de Dios y de nuestro prójimo.  

 Es necesario que él crezca,
pero que yo mengüe. – Juan 3:30

En el Antiguo Testamento encontramos la historia de Jocabed, la madre de Moisés, que actuó en fe creyendo que el propósito que se cumpliría a través de sus hijos traería gran gloria a Dios. Sus hijos Aarón, María y Moisés tuvieron un rol esencial en la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto (Éxodo 2 al 14). Quizás muchas personas no recuerdan el nombre de Jocabed, pero sí recuerdan a Moisés y lo que Dios hizo a través de él. Ella entendió que no se trataba de ella, sino de la gloria de Dios. Otra mujer ejemplar en este aspecto fue Ana, la madre del profeta Samuel. Ella rogaba a Dios por un hijo, ya que era estéril, y Dios se lo concedió. Sin embargo, ella había prometido que su hijo serviría a Dios desde pequeño y lo llevó al templo para ese propósito. Dios llamó a Samuel desde su niñez y se convirtió en uno de los profetas más conocidos y respetados de Israel. Su madre Ana comprendió que se trataba de glorificar a Dios con su vida y con la petición (el hijo) que Dios le había concedido (1 Samuel 1 y 2).

Mientras vamos caminando hacia la madurez, comenzamos a entender que no son nuestras fuerzas las que nos sostienen, que no es nuestra inteligencia o sabiduría la que nos ha guiado hasta este momento. Siempre ha sido Dios. Cuando miramos hacia atrás y evaluamos los eventos de nuestra vida, podemos ver la mano de Dios obrando, cuidándonos y guiando nuestros pasos. Podemos ver que, en los momentos de dificultad, Él nos consoló y nos animó. Entonces lo que nos queda es agradecer y darle gloria a Él.

No vivan según el modelo de este mundo.
Mejor dejen que Dios transforme su vida
con una nueva manera de pensar.
Así podrán entender y aceptar lo que Dios quiere
y también lo que es bueno, perfecto y agradable a él.
Por el favor que Dios me ha mostrado,
les pido que ninguno se crea mejor que los demás.
Más bien, usen su buen juicio
para formarse una opinión de sí mismos
conforme a la porción de fe
que Dios le ha dado a cada uno. – Romanos 12: 2-3 (PDT)

Así crecemos y maduramos. Ya lo importante no es cómo nos proyectamos hacia los demás, sino de qué manera podemos honrar a Dios a través de nuestra vida, de nuestro matrimonio, de la crianza de nuestros hijos. Nuestro entendimiento es renovado cuando nos enfocamos en hacer la voluntad de Dios, y eso provoca cambios. El matrimonio es impactado porque ya no estaremos buscando nuestro beneficio, sino el de ambos. La crianza de los hijos será impactada por el énfasis en llevar a nuestros hijos hacia Cristo, a atender su llamado y seguirlo. Nuestra vida de familia y comunidad se verá impactada por el amor de Dios reflejado en nuestras acciones diarias.

Caminar hacia la madurez te aleja de ti misma, de los hábitos y actitudes que te esclavizan, pero te lleva cada vez más hacia Cristo para que puedas reflejar Su carácter. Que podamos decir como Juan el Bautista: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” Que podamos negarnos a nosotras mismas, tomar nuestra cruz y seguir a Cristo. Sin duda, la recompensa de ver Su gloria será mucho mayor que cualquier cosa que este mundo nos pueda ofrecer.

La Esposa – Lecciones de la Vida de María

Pero María atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón. – Lucas 2:19

Al acercarse la celebración del Día de las Madres, meditaba sobre las mujeres piadosas en la Biblia cuyas vidas podemos estudiar para seguir su ejemplo. La vida de María de Nazaret, quien fue escogida para ser el instrumento para traer la vida de Jesús al mundo, me impactó profundamente al reflexionar más detenidamente sobre ella.

Quisiera compartirles algunas de las lecciones de la vida de María que son relevantes para las que somos esposas y madres. Tal como María, nosotras también hemos sido escogidas para traer la vida de Jesús a nuestros hogares. Es en el hogar donde Dios nos llama a manifestar el amor de Cristo al esposo y a los hijos, no solo con nuestras palabras, sino con nuestras acciones diarias. Esto lo podemos hacer cuando reconocemos que la vida de Jesús es la que da significado a nuestras vidas. María fue escogida por gracia, así como nosotras. No somos merecedoras de esa gracia maravillosa, pero Dios se complació en otorgárnosla. Es un regalo que nos da acceso a una relación con Cristo para que podamos llevar las buenas nuevas a otros, comenzando en nuestros hogares.

Entonces María dijo:
He aquí la sierva del Señor;
hágase conmigo
conforme a tu palabra. –
Lucas 1:38

María estuvo dispuesta a someter sus planes a la voluntad de Dios y a rendir su vida para cumplir Su propósito. Como toda joven en espera del día de su boda, probablemente ella estaba pensando en los preparativos y en cómo sería su vida cuando se casara con José. Sin embargo, cuando el ángel se le presentó, ella dijo: “Que se haga conmigo conforme a tu palabra.” (Lucas 1:38) Para ella fue más importante obedecer a Dios que lo que la gente pudiera decir cuando se enteraran que ella estaba embarazada. Tal como María, necesitamos aprender a rendirnos humildemente a la voluntad de Dios, sea que se trate de nuestros planes para nuestra familia o de nuestra opinión sobre cómo debe funcionar el matrimonio. Obedecer a Dios va por encima de lo que el mundo dice que es correcto o de lo que está de moda.

Algo muy importante que vemos en María es que ella fue una mujer que conocía la Palabra. A pesar de las limitaciones que había en aquel tiempo, en el cual no contaban con la Palabra de Dios escrita como la tenemos hoy día, ella memorizaba lo que escuchaba en las reuniones de adoración y lo podemos ver cuando leemos su cántico de alabanza y gratitud en Lucas 2:46-55, en el cual hay varias citas del Antiguo Testamento. Tal como ella, necesitamos atesorar la Palabra de Dios en nuestros corazones porque es la que nos guiará para ejercer nuestro rol de madres de una manera fructífera. Creamos y hagamos nuestras las promesas de Dios, meditando en ellas a menudo, como lo hacía María (Lucas 2:19, Lucas 2:51).

En su matrimonio, María demostró continuamente respeto hacia José. Primero cuando recibió el mensaje del ángel y confió en que Dios obraría en el corazón de José (Mateo 1:19-21). Luego vemos que Dios le hablaba a José por medio de sueños, le advertía de peligro y le daba instrucciones (Mateo 2:13-15, 19-23). María confió en el liderazgo que Dios había puesto sobre José para dirigir y cuidar su familia. Juntos obedecían la voluntad de Dios. Es necesario que confiemos que sobre todas las cosas, Dios es el que nos protege y nos guía y que Él capacitará al esposo para que pueda cumplir su propósito en el hogar.

En Juan 2, se narra el primer milagro de Jesús en el cual Él convirtió el agua en vino en las Bodas de Caná. El versículo 5 dice que María le dijo a los que servían que hicieran todo lo que Jesús dijera. ¡Qué buen consejo! Necesitamos hacer lo que Jesús nos manda y nos enseña. En la vida diaria, como esposas. como madres, debemos seguir los mandatos de Jesús (Juan 15:12).

María también fue una mujer de oración (Hechos 1:14). La Biblia nos enseña que, en lugar de preocuparnos, debemos orar por nuestras peticiones, sea que veamos respuesta inmediata o no. Oremos por nuestro matrimonio, nuestros hijos y familia, mientras continuamos haciendo lo correcto en nuestro hogar.

No se preocupen por nada;
en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan
y denle gracias por todo
lo que él ha hecho. –
Filipenses 4:6

Por último, lo más importante que nos enseña la vida de María es que ella reconoció su necesidad de un Salvador (Lucas 1:47) y frente a la cruz, como leemos en Juan 19:25, ella pudo ver a Jesús cumplir la voluntad del Padre, morir por los pecados de la humanidad, incluyendo los de ella. Sin duda, fue devastador ver el sufrimiento de Jesús, pero allí también ella experimentó su gran amor, su perdón, su gracia redentora. En nuestra trayectoria como madres, enfrentaremos momentos difíciles, devastadores, pero tenemos una esperanza maravillosa en Cristo nuestro Salvador. Podemos creer y abrazar Sus promesas porque Él es fiel.

Que como María, podamos ser mujeres humildes, obedientes, dispuestas, agradecidas, llenas de devoción, que amemos la Biblia, mujeres de oración, entregadas a nuestro llamado como madres y esposas. Que el Señor nos ayude a aprender del ejemplo de las mujeres piadosas, cuyas historias relata la Biblia. Que Él nos ayude a identificar entre las mujeres que nos rodean a aquellas que pueden servirnos de modelo y alentarnos a seguir adelante. Que vivamos vidas agradables a Dios para que nuestros hogares rebosen del amor de Cristo. ¡Feliz Día de las Madres 2021!

La Esposa – Alimentando el hogar

“También se levanta cuando aún es de noche,
y da alimento a los de su casa…” – Proverbios 31:15

Ayer, al leer un libro de meditaciones diarias, me llamó la atención la gran importancia que le debemos dar a lo que es el alimento que brindamos. En el versículo 15 de Proverbios 31, nos dice que la mujer virtuosa se levanta muy temprano para alimentar a su familia. Sin duda, el alimento físico es importante, pero también lo es el alimento con el que se nutre el alma.

Es en el hogar donde nutrimos las relaciones. Necesitamos preguntarnos con qué tipo de alimento estamos nutriendo al esposo y a los hijos. Para asegurarnos de brindar una buena nutrición espiritual a nuestra familia, es importante que busquemos alimentarnos de la fuente correcta, que es la Palabra de Dios. Separar un tiempo diariamente para orar y leer la Biblia nutre nuestro espíritu y nuestra alma. Así estaremos preparadas para brindar un buen alimento en nuestro hogar.

Una meta que a muchas esposas les gustaría alcanzar es que en su hogar todos puedan relacionarse armoniosamente la mayor parte del tiempo. A veces nos preguntamos por qué el esposo o los hijos parecen estar a la defensiva o hablan con sarcasmo y crítica o por qué estamos tensas y reaccionamos de manera inadecuada. Es necesario que nos preguntemos de qué se está nutriendo nuestra familia y cómo podemos nosotras hacer una diferencia.

“Según cada uno ha recibido
un don especial,
úselo sirviéndoos
los unos a los otros
como buenos administradores
de la multiforme gracia de Dios.” – 1 Pedro 4:10

Dios nos ha dotado de dones, habilidades y talentos que podemos utilizar para bendecir a nuestra familia. Cuando los ponemos en práctica brindamos alimento espiritual a los de nuestra casa. El enfoque debe ser el amor; el amor que nos enseña la Biblia. Ese amor no depende de lo que otros hagan o dejen de hacer, es el amor que fluye de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas que produce como respuesta que amemos a los demás con abnegación. Este ejemplo lo podemos ver claramente en el pasaje de la mujer virtuosa (Proverbios 31:10-31), pues todo lo que ella hace por su familia se desprende de su reverencia a Dios. En esa porción bíblica vemos que la mujer virtuosa no actúa en respuesta a las acciones de los demás, sino como un fruto de su relación con Dios.

En algunos casos, los resultados de nuestras oraciones y de nuestra entrega al hogar se demoran y podemos vernos tentadas a desmayar. Pero la Palabra de Dios nos alienta a que continuemos haciendo el bien, confiando en que a su tiempo cosecharemos. Permanezcamos firmes en la oración y en la búsqueda continua del alimento espiritual. Mientras seguimos nutriendo nuestro matrimonio y nuestra familia, seguiremos creciendo en fe y madurando como cristianas. Todo lo que vamos aprendiendo, lo podremos aplicar en su momento a nuestra vida de hogar, con la confianza de que Dios es el que obra en los corazones.

“No nos cansemos, pues,
de hacer bien;
porque a su tiempo segaremos,
si no desmayamos.” –
Gálatas 6:9

Que estemos dispuestas a transitar por el camino más excelente del cual escribió el apóstol Pablo en 1 Corintios 13, porque es esa clase de amor que cubre multitud de faltas y provoca un cambio poderoso en el hogar. Que, como la mujer virtuosa, nos levantemos con gozo a brindar alimento a los de nuestra casa, sabiendo que de Dios hemos recibido el alimento espiritual que nos capacita para hacer el bien.