“Tu esposa será como una vid fructífera,
floreciente en el hogar.” – Salmo 128:3NTV
Recientemente, leí una corta reflexión sobre el Salmo 128:3 que impactó e inspiró mi corazón. La reflexión invitaba a meditar en la enseñanza que conlleva este versículo, el cual nos llama a una vida fructífera. Cuando estudiamos la Palabra de Dios, comenzamos a entender que la misión de la esposa es una de gran valor y estima. Poner lo aprendido en acción es lo que nos llevará a dar fruto (Santiago 1:25).
En Génesis 1:28, encontramos la primera mención del llamado a ser fructíferos que se les da a la primera pareja, Adán y Eva, al ser creados por Dios. ¿Qué nos quiere decir esto además de lo obvio, que sería la procreación de hijos? Junto al esposo, estamos llamadas a dar fruto en el hogar, a multiplicarnos, al hacer de nuestros hijos discípulos que vivan para honrar y servir a Dios.

“Luego Dios los bendijo
con las siguientes palabras:
Sean fructíferos y multiplíquense.
Llenen la tierra
y gobiernen sobre ella.” –
Génesis 1:28
Nuestra misión en el hogar requiere que dependamos plenamente de Dios y de su Palabra. El trajín diario, las demandas de la vida, las responsabilidades y quehaceres pueden sobrecargarnos si no estamos afianzadas en la Palabra de Dios. Cada día necesitamos de Él, de su gracia y sabiduría para dar fruto de amor, alegría y paz en nuestro hogar.
Otro detalle del verso 3 del Salmo 128 es que nos compara con una vid. En la reflexión que leí, decía que “en la soleada y calurosa tierra de los tiempos bíblicos, una vid daba sombra y resguardo”. Esta analogía nos lleva a pensar que nuestro ministerio es servir de amparo y refugio a nuestra familia. Que cuando el esposo necesite aliento, pueda recurrir a la esposa. Que cuando los hijos necesitan consuelo y oración, puedan recurrir a los brazos de su madre.
Otro adjetivo que encontramos en el Salmo 128:3 es “floreciente”, lo cual significa que florece, prospera, se desarrolla, es favorable y venturosa. Esto me hace pensar en la mujer virtuosa de Proverbios 31:10-31, una mujer que da bien y no mal cada día de su vida, una esposa confiable, una mujer hacendosa, que cuida de su familia y administra bien su hogar, trabajadora y emprendedora.

“Mujer virtuosa,
¿quién la hallará?
Porque su estima
sobrepasa largamente
a la de las piedras preciosas.” – Proverbios 31:10
Cuando Dios nos hace un llamado, Él nos da las habilidades necesarias y nos provee las herramientas para que lo llevemos a cabo para su gloria. Mientras maduramos y crecemos como cristianas, también vamos aprendiendo a cumplir nuestro llamado de la manera que a Dios le agrada. Todas tenemos áreas en las que necesitamos crecer aún, pero Él nos ha dicho: «Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad» 2 Corintios 12:9.
Tenemos la Biblia a nuestro alcance de tantas y diferentes maneras que podemos aprovechar para leerla, estudiarla y crecer. Podemos orar con la confianza de que Dios nos escucha en cualquier momento y en todo lugar, con un acceso libre para pedirle que nos ayude a llevar una vida fructífera en nuestros hogares. Que podamos sembrar la semilla del Evangelio en los corazones de nuestros hijos con la certeza de que el crecimiento lo da Dios. Que nuestro hogar sea uno lleno de fruto que alimenta el alma de nuestra familia con la esperanza que solo el amor de Cristo puede brindar.