“Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor Jesucristo y no a la gente.” – Colosenses 3:23
Uno de los roles más importantes de la esposa, es el rol de madre. La esposa virtuosa es una mujer que cuida y sirve con amor a su familia. Para lograrlo, trabaja de diferentes maneras, en su hogar y fuera del hogar (Proverbios 31: 13-20).
Como madres, servimos continuamente a nuestra familia. En el hogar, realizamos diferentes tareas y cumplimos diversas responsabilidades en colaboración con el esposo. Muchas mujeres se desempeñan también fuera del hogar, en su empleo o negocio. Según lo que nos enseña la Palabra, el enfoque relacional de la mujer virtuosa descansa en Dios primeramente y, luego en su esposo e hijos. Todo lo que ella hace es para honrar a Dios y para servir a su familia.
Una de las cosas que vamos aprendiendo al madurar en la fe, es que cuando la Biblia dice que hagamos todo como para Dios, eso significa TODO, e incluye servir a nuestra familia. Cuando hacemos las cosas como para Dios, sabemos que la gloria será de Él, no nuestra. Así que, en el servicio a nuestra familia, no nos sorprendamos si las tareas que hacemos pasan desapercibidas. Es necesario que aprendamos a lidiar con esto con un corazón humilde. Eso nos lleva a reconocer que la gloria no es nuestra, es de Dios.

El amor es paciente y bondadoso.
El amor no es envidioso.
No es presumido ni orgulloso.
El amor no es descortés ni egoísta. –
1 Corintios 13: 4-5
Puede ser que esto se nos haga difícil, pues vivimos en una cultura que se enfoca en resaltar al ser humano y no a Dios. A nuestra humanidad le gusta el reconocimiento. Si no estamos apercibidas, podemos caer en esa trampa y estaremos viviendo frustradas en nuestra búsqueda de que los demás resalten continuamente las cosas que hacemos por ellos. El verdadero amor sirve sin esperar recompensa. Simplemente hace lo que tiene que hacer porque ama a su prójimo.
Lo que hacemos por nuestra familia es una labor de amor y nuestro enfoque debe ser dar gloria a Dios con ello. Vivir afanadas por el agradecimiento de nuestras familias, solo lleva a la amargura y el resentimiento. Sin embargo, cuando nos enfocamos correctamente en honrar a Dios con toda nuestra vida, eso producirá gratitud en el esposo y los hijos, como lo vemos en Proverbios 31:28-30. Y aún si no recibimos el halago del esposo y los hijos, sigamos fieles a nuestro llamado para dar gloria a Dios, que es el que verdaderamente la merece.
Por lo tanto, motivemos a nuestro corazón a servir sin esperar nada a cambio. Y exhortemos a nuestra familia a dar gracias a Dios por todo. Así estaremos brindando gloria a Dios. Demos gracias por lo que Él hace a través de nosotras. Cuando esa es nuestra motivación, nuestra vida hogareña será transformada.

Conscientes de que el Señor
los recompensará con la herencia.
Ustedes sirven a Cristo el Señor. –
Colosenses 3:24